[dropcap type=»1″]L[/dropcap]a comida de los príncipes de Japón, al igual que la de los reyes, se sirve de fuentes distintas que las del resto de los comensales. En Salamanca rompieron el protocolo y comieron de los platos del resto de los mortales. Los actuales emperadores de Japón son forofos del jamón salmantino, comieron abundantemente de esta delicia gastronómica y alabaron mucho su exquisito sabor.
Durante la comida intenté convencer a los príncipes para que su hijo viniera a estudiar a la Universidad de Salamanca. Estoy seguro de que estaban convencidos de ello. Todo se torció cuando el principito, que estudiaba entonces en Londres, conoció a una joven de la que se enamoró ardientemente y, como es obvio, perdimos la batalla. De todos modos, las relaciones con Salamanca siguieron siendo muy estrechas. Fruto de las mismas nació el Centro Hispano- Japonés, instalado en el Palacio de Arias Corvelle, en la plaza de San Boal. De las buenas relaciones con nuestra ciudad surgieron las visitas periódicas que el coro de la Universidad Pontificia de Salamanca realizaba al Palacio Imperial para cantar ante los emperadores.
A finales de agosto de 1985 visitó Salamanca el príncipe Naruhito, nieto del entonces emperador reinante de Japón. Fue recibido en el Ayuntamiento por Agustín Muñoz Cidad, que hacía de alcalde en funciones. Agustín le hizo entrega de una medalla conmemorativa. Naruhito vino a Salamanca por sugerencia de sus padres, Akihito y Michiko, que habían estado en Salamanca el 28 de febrero de ese mismo año y deseaban que su hijo conociera la ciudad que ellos tanto admiraban. Firmó en el Libro de Oro y, posteriormente, visitó la Universidad de Salamanca y los monumentos más significativos de la ciudad. Fue una pena que no viniera a estudiar a Salamanca, habría catapultado el nombre de nuestra ciudad en Asia de manera exponencial.
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