[dropcap type=»1″]M[/dropcap]ário Soares es una persona sencilla y educada. Visitó Salamanca para asistir al homenaje que la Universidad tributó a Enrique Tierno Galván en enero de 1987. En el Paraninfo pronunció una conferencia en la que dijo que confiaba en Europa para desarrollar la empobrecida zona de frontera, las poblaciones situadas a ambos lados de la raya de separación entre España y Portugal. Nos invitó a cenar con su mujer en Chez Víctor. Hablamos del desdoblamiento de la carretera desde Burgos a Fuentes de Oñoro y del gaseoducto ibérico con ramal a Salamanca.
Soares consideraba a nuestra ciudad la clave en las relaciones de los dos países ibéricos. Salamanca le traía recuerdos de otros tiempos, cuando España y Portugal carecían de libertades y estaban sometidas a dictaduras. En el acto oficial celebrado en el salón de recepciones del Ayuntamiento le hicimos entrega de un cuadro de plata labrada con la imagen del Patio de Escuelas. Junto con su mujer, la que fuera famosa actriz portuguesa Maria Barroso, estampó su firma en el Libro de Oro de Salamanca.
Fue una velada entrañable; en la cena nos hizo algunas confidencias de su vida como presidente de la República Portuguesa que me sorprendieron, sobre todo cuando se cotejaban con lo que sucedía en España. Ganaba 300.000 pesetas al mes, debía de ser el presidente más pobre de cuantos había en el mundo. Comparando sus honorarios con los que recibía el rey Juan Carlos, la desproporción era enorme. Mário Soares vivía de los ingresos que aportaba a la casa su mujer, que dirigía una escuela en Lisboa.
[pull_quote_left]Era un ejemplo a seguir de honestidad, humildad y, sobre todo, cercanía a su pueblo.[/pull_quote_left]El Presidente no vivía en el palacio de Sao Bento, residía en su propia casa, y desde allí se trasladaba a su despacho cada día. Era un ejemplo a seguir de honestidad, humildad y, sobre todo, cercanía a su pueblo. Culto e ilustrado, es un enamorado de Salamanca y de su Universidad.
La colonia portuguesa en Salamanca estaba enterada de la presencia de su presidente en Salamanca y merodeaba por los alrededores del restaurante. Cuando terminamos la cena me dijo que quería pasear por Salamanca, ciudad que conocía muy bien y que había visitado en muchas ocasiones. Comentó que le venían a la mente muchos recuerdos gratos, pero también otros menos agradables vividos en Salamanca en tiempos de la dictadura de Salazar.
Dimos un paseo por el Barrio Antiguo, y a nuestro paso se oían voces de ciudadanos portugueses que daban vivas a su presidente. Se paraba con cuantos lusitanos hacían ademán de saludarle, y les preguntaba por su estancia en Salamanca. He de confesar que me encontré sorprendido con su amena conversación. Aprendí muchas cosas de su dilatada vida política en la oposición a la dictadura de Oliveira Salazar y de su trayectoria en democracia. Mário había ocupado los cargos más importantes de Portugal, desde la jefatura del Gobierno hasta la del Estado.
— oOo —