[dropcap]T[/dropcap]odo empezó con aquella muestra de turgentes carnes, fue así como me di cuenta… Ups, esto va en otro cajón… Esto es otra historia, otros foros, otras horas.
Es un vilano. Ese inofensivo escudo de pelusa de largos y finos filamentos. Espero que puedas haber soplado uno. Dile delicado y reirá. -Susúrrame, será un vendaval. No muero, así vivo.-
Es un candado. Con un corazón carmesí. Candado, de una barandilla. Preso de su propio sentido. También reirá. -¿Preso de mí propio sentido? No, encandado, vi las caras de quienes me dejaron aquí.-
Es un caballo. -¿Vamos?-, le preguntaron. Nadie oyó nada, pero gritó -sí, quiero.-
Es un niño, o una niña, de esos a los que no se puede engañar, de los que jamás dejarán de prohibirse las direcciones prohibidas. -Porque tener alas y no volar es de gallinas. Y si no, nos pondremos una capa. No de cebolla. Con esas se llora-.
Es el relisto perrito atado a la puerta del recado. No le hace falta hablar para decir. -¡Calla y escucha, tienes dos orejas y una boca! A mí sólo me detiene esta correa. ¿Y a ti?- Y moverá la colita.
Es un pez que habla con los pájaros. Ellos le dicen -No necesitamos GPS, es por aquí-, él responde –no pienso rejarme de nada, aquí dentro, también vuelo-.
Es la paca. No la señá Francisca. Tampoco la culta mochicana del Perú. Es paja seca dura como el mármol con el tenso abrazo de la cuerda. Dice que sin ellas, todas podrían bailar el viento.
Son dos caracoles. No les hables de velocidad. Llevan la casa encima, pero no es por eso. Es porque no tienen donde llevar reloj. Si no puedes medir el tiempo no hay ecuación, solo espacio. -Todos los caminos van hacia arriba, sobre todo los que tienden hacia abajo-, dicen. Claro, sin reloj cualquiera…
Eres tú hablando. Cada palabra que sale de tu boca es el siguiente adoquín que sujetará tu pie. Será un paseo de la fama privado o una suerte de gymkana letal. Según salgan. Según caigan. Según encajen. Ellos, los adoquines, evidentemente no dicen nada, les gusta hacer pensar a todo el mundo que no pueden hablar…
Es un árbol de fuego que dice que cuando no lo miras, el sigue brillando. Aunque no lo conozcas, brilla. Aun estando a solas. Él brilla. Dice no arrastrar ayeres, porque pesan demasiado. -Yo los llevo puestos- dice.
Eres tú de nuevo. Cuando no necesitas otra cosa que a tí para no tener hambre. Hummmm… ¿cómo lo llamaban a eso?
Son las carreteras y los hilos. Las primeras, porque siempre te entregarán alternativa para alcanzar Roma. Los segundos, porque llevan de un lado a otro los no, cuelga tú…
Son la tilde y el espacio. Dicen a la semilla que sea millas. Que sea flexible, porque no es el peso, es la postura. Que el susurro se lleva antes al roble que al bambú… ¿O era el vendaval?
-¿Y después?- preguntó el embarcadero.
Después nada. En tu mano está.
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