Caja Rural de Salamanca inició este viernes las celebración de sus primeros cien años de existencia con la presentación de un libro que trata de reflejar la evolución de la entidad desde sus inicios, vinculado a la iglesia católica, adaptándose a las circunstancias hasta la actualidad, cuando ha sobrevivido a una crisis financiera que se ha llevado por delante a las cajas de ahorro y ha tambaleado a buena parte de los bancos.
El secreto de su larga y saneada situación se debe, según explicó su presidente, Ernesto Moronta, a su modo de operar. «Lo que marca diferencias es la cercanía y estar pegado a la tierra y nuestro equipo humano. Hemos ido cambiando, pero sin perder la esencia. Nosotros vendemos seguridad, humildad, sencillez, estar al lado de la gente. Eso hemos heredado y eso seguiremos haciendo», dijo.
El año pasado ganó más de 4 millones brutos, y en el ejercicio actual espera beneficiarse de la eventual subida de tipos de interés para mejorar sus resultados, que se basan en el negocio tradicional bancario y la venta de fondos y planes de pensiones, fundamentalmente, pero guiados por «una estrategia prudente y razonable» para no elevar el riesgo.
Caja Rural no tiene accionistas. Es una cooperativa de crédito con 20.000 socios, 200 empleados y 81.000 clientes.
Su directora general, Isabel Martín, señaló que su potencial para seguir creciendo existe. «Mientras haya un cliente insatisfecho con su banco hay espacio para el crecimiento de Caja Rural».
El libro con la historia de la entidad, obra de Isaac Martín Nieto, se presentó este viernes en el salón de actos de Caja Rural ante una amplia representación institucional de Salamanca y alfoz.