[dropcap]M[/dropcap]i último libro, pendiente de publicarse, se titula Buscando a Dios en el Universo, con dos subtítulos que serán mencionados después. En ese sentido, a continuación figura un diálogo virtual sobre esta nueva salida del autor al mercado, todavía sin fecha.
El primer subtítulo, son las tres preguntas que figuran a continuación, con sus respuestas:
– ¿De dónde venimos? De las estrellas, fábricas de los elementos que integran nuestros cuerpos, a través de la evolución, con un salto final a la inteligencia humana, que sabe interpretar el mundo y el universo. Y de por sí ese es un objetivo grandioso.
– ¿Qué somos? Una especie única, final de todo un proceso evolutivo, pero al tiempo en una flecha de tiempo que nos llevará a ser seres más poderosos, sin que podamos pretender ser dioses, por mucha tentación que haya. Y es una especie dispuesta a persistir en contra de lo que es ley de creación y destrucción gracias a la sabiduría acumulada: la ciencia y el interés compuesto, pero también con el peligro de enfrentamientos letales para la especie, por la lucha en pro de la hegemonía.
– ¿Adónde vamos? En la mejor lógica, la evolución desde el big bang hasta ahora parece ser un camino de perfección por un territorio minado. Con todo, hemos encontrado la senda de la mejora continua, y así seguiremos: ¿hasta desentrañar todos los misterios del universo? ¿Será ese el reto para la especia humana, el momento en que tendremos la explicación final del sentido de la vida?
Responder a esas tres célebres preguntas resulta convergente con la búsqueda, por los científicos, de la teoría del todo, de estrecha relación entre las grandes fuerzas del universo: gravedad, electromagnética, nuclear débil y nuclear fuerte, en el empeño de encontrar un día un Santo Grial, ensoñado por científicos y filósofos. Y a propósito de todo eso, y mucho más, surgió, un día, el diálogo que ahora transcribo:
– Esas tres conclusiones que acabamos de leer, o como Vd. quiera llamarlas, Don Ramón, ¿son una síntesis aún más sintética de su libro?
– No se trata de una nueva síntesis, sino de volver al título principal Buscando a Dios en el Universo. Porque considero que al final, de lo que trato con este nuevo escrito mío, consiste en averiguar si hay algo que lo rige el todo.
– ¿Se refiere al big bang?
– Bueno, al big bang pero aún más, a lo que ya podía haber antes del mismo, pues algo habría; por mucho que el espacio y el tiempo nacieran –se nos dice desde Lemaitre, Hubble, y Einstein— en aquel primer momento.
– Y entonces, al final de libro, ¿Vd. piensa que ha encontrado a Dios?
– Lo he buscado sin cansancio, a través de lo mucho o poco que he podido percibir a través de la Ciencia.
– Insisto, al final ¿ha encontrado o no a Dios? Díganoslo… de otra manera nos quedaremos más que inquietos…
– No sé si he encontrado a Dios, pero sí que lo intuyo mucho más que en toda mi vida anterior. Y en esa dirección, no estoy de acuerdo con Norwood Russell Hanson, que en su libro Por qué no creo –me lo recordó mi colega y amigo Juan Arana—, viene a decir que se necesita de la prueba final: “una especie de voz en off resonando en todo el Universo: Sí, existo, yo soy Dios”.
– Eso parece bastante razonable, porque si realmente existe Dios, ¿por qué va a ocultarlo? Llevamos más de medio millón de años, ciertos homínidos primero, y los sapiens después, discutiendo sobre el tema y aún no tenemos una constancia definitiva. Y, desde luego, no hemos oído ninguna voz en off.
– Es cierto en nuestro tiempo actual. Pero esa voz ya trataron de escucharla. Así ocurrió con Moisés en el monte Sinaí, según el Éxodo, o lo mismo le ocurrió a Pablo, llegando a Damasco, al caer de su caballo, según Los Hechos de los Apóstoles. O a Teresa de Ávila “entre los pucheros” de su residencia monacal …
– Ciertamente, hay esas revelaciones, que pueden o no creerse. Pero convendrá que con su intuición y los que “oyeron en la Historia”, con eso no basta…
– De momento, creo que sí. Muchas verdades primero las hemos imaginado. Antes de muchos descubrimientos científicos hubo intuiciones de ellos…
– Sí, es cierto, y aceptando parte de su argumento, ¿puede decirme si algo va a confirmarse pronto en el mundo de la Ciencia?
– Para muchos ya está todo confirmado… Es el caso de Francis Collins, director del Proyecto Genoma, para quien las cuatro letras del ADN son el alfabeto de Dios, de toda la creación de la vida. Como en el mundo digital ya se sabía que con dos números (cero y uno), pueden analizarse tantas cosas… Por su parte, Einstein dejó claro (primero a Niels Bohr, en 1927, en la Conferencia Solvay en Bruselas, y después a Max Bohr, vía carta), aquello de que “Dios no juega a los dados con el Universo”. Como podemos recordar, también, a Schröndinger cuando se refirió a la vida: “¿Cómo surgió? Eso solamente lo sabe Dios”.
– ¿Y cómo sucede que habiendo sido Vd. considerado, durante tanto tiempo, como un descreído de todo, ha dedicado seis o siete años de su existencia para escribir este libro, estimando al final que existe una inteligencia superior?
– Primero, le diré que nunca fui tan descreído como de mí se piensa, indebidamente. En muchas ocasiones dije que tuve una educación cristiana, y lo cierto es que nadie podrá encontrar ningún texto mío expresivo del descreimiento que se me atribuyó a veces. En ese sentido, en 1979, la periodista y escritora Rosa Montero, en una entrevista que me hizo, tituló su artículo con un sonoro “Ramón Tamames, cristiano evangélico”…
– Ya, ya, Vd. sabe explicarse, pero…
– Puedo decirle también que un cierto sentido religioso siempre lo he llevado conmigo. Y le diré más: alguna vez he comentado que si Dios es una creación del hombre, invirtiendo los términos de que Dios creó al hombre, incluso en esa tesitura, yo diría que sería la mejor invención que hemos podido hacer. Porque lo que todos buscan en Dios es un juez que sabe perdonar cuando es necesario, un principio del amor, la consolación en tiempo de desesperaciones… Sin esas referencias, la propia existencia humana estaría aún más llena de sinsabores y crueldad, de odio, del espíritu de la venganza y de tantas cosas malas y peores. Y a otro nivel, existen otras invenciones, como las de Don Quijote, Hamlet, Jean D’Aire – el burgués de Calais identificado por Rodin—, que son arquetipos inventados, pero vivientes en el colectivo humano. Aparte de todo eso, Dios no está sólo entre los valores humanos referidos, sino también en la potencial responsabilidad de toda la creación evolutiva, como la ciencia reconoce según los testimonios ya ofrecidos por los ya citados Collins, Einstein y Schrödinger.
– Entonces, digamos que tiene Vd. una visión del “sentido de la vida en un universo antrópico” –el segundo subtítulo de su obra…—, y que lo ve todo con optimismo.
– Sí, desde luego, creo que hemos vivido (por mi parte ya la mayor parte de mi propia vida), e incluso hemos disfrutado (e igualmente sufrido) y es una alegría ver que algunas cosas que nos contaron de niños pueden ser verdad al final: más por la ciencia que por revelaciones.
– Finalmente, Don Ramón, ¿Cuál diría Vd. que es el lema de su vida?
– No tendré que pensarlo mucho, son unos versos de William Blake, el formidable dibujante e inquietante filósofo del XVIII al XIX:
Todo lo que hoy vemos,
fue un día imaginación.
Todo lo que hoy imaginamos,
podrá ser realidad mañana.
— oOo —