[dropcap type=»1″]H[/dropcap]ans-Dietrich Genscher era el ministro de Asuntos Exteriores de la República Federal Alemana cuando España entró en el Mercado Común Europeo. Fue también premiado por el Gobierno de España a través de la Universidad de Salamanca con el doctorado honoris causa.
Llegó a Matacán muy temprano, el lunes después del referéndum de la OTAN que Felipe González convocó para que el pueblo español se pronunciara sobre la entrada de España en ese organismo defensivo internacional. La izquierda de nuestro país detestaba la entrada en la Alianza Atlántica. Cuando bajó del avión lo primero que hizo fue preguntarme por el resultado. En Alemania se había seguido con mucho interés la apuesta de Felipe y estaban asustados ante un previsible triunfo del no.
Lo tranquilicé y nos fuimos directos del aeropuerto al despacho de la alcaldía, donde le fui mostrando los titulares de los periódicos de Madrid y Salamanca, que mayoritariamente se congratulaban del resultado. Estábamos en los finales de la Guerra Fría, con dos Alemanias, Oriental o Democrática y Occidental o Federal, y con Berlín dividido por el muro que separaba dos mundos. Para Occidente era importantísimo que España pasase a formar parte de la OTAN. Nuestro país era fundamental desde el punto de vista geoestratégico.
[pull_quote_left]Pero las prisas para nada son buenas y el camarero que le servía derramó el café sobre su chaqueta dejándola inservible.[/pull_quote_left]Después de un tiempo intercambiando opiniones, pasamos al salón de recepciones, donde fue saludando a las autoridades y los miembros de la Corporación. Le ofrecimos un café y le informamos de las formalidades del acto de la Universidad. Por las premuras de tiempo no había podido ensayar con anterioridad, como suele hacerse con cada uno de los investidos. Pero las prisas para nada son buenas y el camarero que le servía derramó el café sobre su chaqueta dejándola inservible. El problema que se nos planteaba era doble, Genscher no tenía otra de repuesto y no había tiempo para agenciarle una nueva. Como pudimos secamos la prenda y aplicamos un quitamanchas, pero el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania se encaminó lleno de lámparas hacia el Paraninfo. Luego, las vestimentas académicas taparon los lamparones y nadie se percató del desaguisado.
En la comida posterior al acto le informamos de las prerrogativas que había contraído con el doctorado por Salamanca. Desde ese momento podía permanecer sentado y cubierto delante del rey de España. Esta y otras muchas cosas que le contamos de Salamanca le hicieron reír. Era un hombre grande, del partido Liberal. Gozó como un niño en la ceremonia y en los agasajos posteriores. Estaba contento con los resultados del referéndum y así nos lo hizo saber varias veces en la jornada en la que permaneció en nuestra ciudad.
Andreotti y Genscher fueron protagonistas de nuestro anclaje en Europa, y España supo agradecérselo otorgándoles el título de doctor por su Universidad más antigua. Luego supimos que el Gobierno les dio a elegir entre varias opciones para reconocer sus trabajos a favor de nuestro país y los dos, sin dudarlo, eligieron el honor de llevar el doctorado por Salamanca.
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