[dropcap]T[/dropcap]ras el artículo de la pasada semana sobre el capitalismo como gato de siete vidas, debemos referirnos a la UE, nuestra patria más ancha que España, para ver cómo funciona el sistema en la UE, lo que hemos llamado la SEMYEB, recordemos, la Sociedad de Economía Mixta y del Estado de Bienestar. Y ciertamente, lo hacemos cuando se conmemora el sesenta aniversario del Tratado de Roma de 1957, y la Unión Europea sufre el acoso del terrorismo yihadista; y en otros términos las previsiones del Brexit, así como los lamentos y quejidos de unos y otros países de la propia Unión.
Prosperidad, paz, reformas
Con ese trasfondo, sin embargo, nadie puede decir seriamente que el Tratado de Roma no haya sido la mayor palanca de progreso en las últimas seis décadas, para más de quinientos millones de europeos de hoy, con un Estado de economía mixta de bienestar.
En más de medio siglo, no ha habido guerras entre los socios comunitarios (el sueño de Immanuel Kant en su “Ensayo sobre la paz perpetua” de 1775), y la prosperidad económica alcanza los mayores niveles del mundo, con mejor distribución personal de la renta que en EE.UU. y un más amplio estado de bienestar. En tanto que en la crisis que todavía estamos superando, ha de recordarse, por igual a jeremiacos y agoreros, que en 2016 EE.UU. creció un 1,6 por 100 en su PIB, en tanto que la UE lo hizo en 1,7.
Además, las transformaciones institucionales de la Unión son evidentes. Así, el Banco Central Europeo, no sólo presta suficiente liquidez a todo el sistema, sino que además asegura en los mercados secundarios la compra de deuda pública, e incluso practica una política de facilidades cuantitativas impulsora de la actividad económica.
Brexit
Finalmente, el 29 de marzo de 2017, Londres invocó el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Se inició así un tiempo de dieciocho meses para consagrar la división Reino Unido/UE y para tratar de llegar a un acuerdo lo más favorable posible para los intereses de ambas partes. Estando claro que sin representación de Londres en las instituciones comunitarias, podremos avanzar en todo aquello en que Inglaterra (que es como debe decirse, y no el Reino Unido) ha actuado como el perro del hortelano (Lope de Vega dixit), que ni comió, ni dejó comer. Ahora podremos progresar en cuestiones sociales, política exterior común, defensa conjunta, y otros grandes objetivos de futuro.
Esa idea de “más Europa”, implica algo muy subrayado en estos días, la opción de las dos velocidades. Lo que en absoluto es una desgracia, sino un modo de ir adelante; porque dentro de la Unión, los países más convencidos de su europeísmo, reforzarán sus vínculos. Como ya sucedió con el euro, hoy perfeccionado con la unión fiscal y la unión bancaria. Y como ocurrió igualmente con Schengen, que incluso tiene socios extracomunitarios, como son Suiza, Noruega e Islandia; sin haber contado nunca en esa libérrima circulación con la participación de los altaneros hijos de la Gran Bretaña.
Otros peligros de la UE: migraciones, populismo
Otros peligros que actualmente acosan a la Unión Europea son resultado de hechos históricos en el caso del terrorismo yihadista, que viene de la guerra de Irak, en la que Europa no tomó la iniciativa; salvo señaladamente Tony Blair y José María Aznar en las Azores, para apoyar la desastrosa intervención de George W. Bush en Irak, cuando ya había hecho lo mismo en Afganistán.
De modo que sin soluciones a la vista para esos focos de conflicto, más el muy grave de Siria y el perpetuo de Israel/Palestina, el terrorismo yihadista va a persistir mucho tiempo. Con consecuencias importantes para la UE, cuya demografía dispone de amplios efectivos de creencias islámicas, con no pocos islamistas, y naturalmente con un problema mayúsculo en el ingente número de migraciones: más de un millón de refugiados en 2015, que entraron de un modo u otro en la UE.
[pull_quote_left]Europa necesita un revulsivo solidario que dé sentido a una política ambiciosa. Un Plan Marshall europeo para África significaría una gran demanda para nuestra economía, al tiempo que la mayor ayuda al sur del Mediterráneo [/pull_quote_left]El otro peligro para la UE es el populismo. Pero éste no comportará grandes cambios, porque ni Wilders en Holanda ha llegado a vislumbrar el poder, ni lo va a conseguir la señora Le Pen en Francia. Ni seguramente va a proseguir la expansión populista en casos como el de España, donde el Sr. Iglesias y sus seguidores van en la senda de la irrelevancia política; utilizando el Congreso de los Diputados como caja de resonancia de ideas nada luminosas y, eso sí, innovadoras del léxico parlamentario, cuando menos malsonante, que habría dicho Camilo José Cela.
La realidad es que a la hora de pensar en el futuro, la gente sabe que la Unión Europea sigue funcionando en lo principal, y que volver a una Europa dividida es pura necedad económico-social. Al tiempo que es fantasía onírica, propia de quienes aspiran al poder para disfrutar de él, ejercitándose en los extremismos más nocivos y fracasados ya como experiencias históricas.
Al Sur de Europa, en el mismo hemisferio: África
Tenemos muchos problemas, es cierto. Pero yo destacaría, para terminar, que Europa necesita un revulsivo solidario que dé sentido a una política ambiciosa. En busca de una prosperidad mayor, con nuevos socios que hoy precisan de nuestra ayuda solidaria. Fundamentalmente África, con sus 1.200 millones de habitantes, que serán casi 4.000 en el año 2100, cuando previsiblemente todavía vivirá un 10 por 100 de los que hoy estamos en este hábitat que lleva el nombre de la hija de Agenor.
Un Plan Marshall europeo para África -sobre lo que he escrito en otros lugares-, significaría una gran demanda para nuestra economía, al tiempo que la mayor ayuda al sur del Mediterráneo: toda una garantía de estabilidad a largo plazo en el hemisferio euroafricano en que vivimos, cosa de la que muchos siguen sin enterarse.
Europa tiene que desburocratizarse, lanzar nuevas ideas, desarrollar algunos grandes proyectos, tener conciencia de que en la pugna inevitable EE.UU./China, el “tercero en presencia”, nosotros, somos los únicos que podemos trabajar seriamente para un mundo multipolar. En vez de permitir que se pretendan sustituir unas hegemonías por otras.
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