[dropcap type=»1″]F[/dropcap]ueron varios los personajes de la literatura española y universal que tuve la suerte de conocer, pero me gustaría referirme a algunos de ellos, los que me impresionaron de alguna manera, los que se abrieron por unos instantes para dejar constancia de sus vivencias.
Ernesto Sábato vino a Salamanca a recoger un premio literario que otorgaba el Ayuntamiento. Llegó desde Buenos Aires al día siguiente de entregar el informe que llevaba su nombre y que relataba las atrocidades de la dictadura de su país, Argentina.
Estaba enfermo, quizás impresionado por los horrores que había inventariado. Febriculoso y con muy mala cara llegó a la cena donde espontáneamente se explayó con nosotros. Estaba asqueado con lo que había descubierto y nos confesó que nunca creyó que los hombres pudieran cometer tan horrendos crímenes. Mujeres a las que se les arrebataban sus hijos para después asesinarlas tras un estudiado martirio, o personas que por el mero hecho de ser de izquierdas habías sido arrojadas vivas al mar, atadas de pies y manos, desde aviones en vuelo, o embarazadas a las que se las hacía abortar para evitar que dieran a luz futuros jóvenes revolucionarios.
Estaba desengañado con el género humano, y con el rostro entristecido dejaba traslucir un profundo dolor cuando nos contaba todas estas atrocidades que desgraciadamente había encontrado. La conversación nos llevó, sin buscarlo, a las que se cometieron en España en la Guerra Civil y en la larga postguerra.
Fue un diálogo con un hombre que se confesaba aturdido y confuso ante los derroteros de la historia que le había tocado vivir. Me impactó tanto el encuentro, que estuve un tiempo en que, de vez en cuando, me asaltaban sus palabras como puñales que denunciaban a la humanidad.
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