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Opinión

Juan Antonio Pérez Millán

[dropcap type=»1″]L[/dropcap]a muerte de un amigo te sume en la desesperanza. Pierdes las referencias de una vida compartida; al fin de cuentas desparece algo de ti.

Hemos vivido junto a Juan Antonio muchas de las experiencias culturales más importantes de Salamanca en su paso por el Ayuntamiento, en el desempeño de la Consejería de Cultura en la Junta de Castilla y León y desde su puesto directivo en la Filmoteca de la Comunidad Autónoma en su sede de Salamanca.

En mi libro de memorias de los doce años al frente de la alcaldía de Salamanca, dediqué un capítulo a hablar de las personas que más me habían influido, algunas de ellas amigos/as del alma, Juan Antonio era una de ellas. “El Tigre”, apodo con el que cariñosamente le llamábamos sus familiares y amigos, era un hombre creativo, inteligente y fiel. Se dedicaba en cuerpo y alma a las cosas en las que creía y daba todo lo que tenía/sabía, que era mucho, por hacer realidad la utopía en la que creía.

[pull_quote_left]“El Tigre”, apodo con el que cariñosamente le llamábamos sus familiares y amigos, era un hombre creativo, inteligente y fiel[/pull_quote_left]El Juan Antonio que quedará en mi memoria es el creador de la Escuela de Cine del Ayuntamiento de Salamanca, el psicólogo, el profesor, el padre, compañero, y siempre amigo. Ese hombre inconfundible, al que nunca atemorizaba el trabajo duro y las horas empleadas en las labores que se le encomendaban. Comprensivo hasta el límite y exigente sin pedir más de lo que podían dar, con cuantos dependían de su dirección.

Nos queda su legado, sus muchos libros y artículos, sus ensayos sobre cine, la imagen y sus creadores. Lo sabía todo sobre el séptimo arte, desde su atalaya de la Filmoteca de España o desde su pequeño despacho de la Casa de las Viejas, Juan Antonio enseñaba siempre, especialmente a los que tuvimos la suerte de ser sus amigos.

Para entender la figura del Tigre hay que profundizar en las de su mujer, Lola, y su hijo Ernesto. Ella complementaba su personalidad hasta extremos insospechados y agrandaba su visión del mundo que nos ha tocado vivir. Ernesto ama el cine y sabe de cine todo lo que aprendió de su padre, ahí quedan como muestra las muchas colaboraciones en las que el padre y el hijo trabajaron juntos.

Descansa en paz, querido amigo, siempre estaremos agradecidos por haberte conocido y por habernos dado tantas alegrías en este mundo en el que trabajaste en bien de los que nada tienen y de los que siempre te encontraste tan cerca.

Jesús Málaga y María José Gil

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