[dropcap]H[/dropcap]ay un montón de cosas que no entiendo. Del todo no entiendo nada en realidad, y bien así. En lo que trabajo, los procesos, las cosas y los seres, los a veces, depende o según los casos, pueden confirmarlo todo. Lo excepcional no es menos habitual que la norma. A veces hay tanto de extraordinario fuera como de común dentro. Hoy tengo un ejemplo excepcional y extraordinario. Antes, una pizca de termodinámica básica, a ver cómo queda siendo tan de letras mixtas.
La termodinámica relaciona el calor y la energía, en grosera presentación. Dice que el calor sucede por el contrabando de energía que se da entre dos elementos que están a distinta temperatura. Esa energía se transfiere. No se ve, pero se nota. Resultan ser tres las coreografías con las que se representa la obra. Confieso haber refrescado estos conocimientos documentándome en la web de una seria empresa de climatización industrial. Esta gente sabe de calor.
Primera, la conducción. Fácil. Imagina que coges un alfiler de la cabeza y pones la punta sobre la llama de un mechero. Es cuestión de tiempo que te quemes los dedos. El calor correrá desde uno a otro confín. No se transfiere materia, solo temperatura.
La segunda es la radiación. Igualmente fácil. Imagina ese día en el que hay un sol de justicia y decides ir a la playa a refrescarte. Basta un primer paso tras la descalcetinización para poder afirmar que la incandescencia precede a la combustión. Es por el sol, que sí, que está lejos, pero radia con rabia. Da igual la temperatura ambiente. El cuerpo A (sol) transfiere calor al cuerpo B (arena). Si consigues llegar a la orilla saltando sobre tus muñones descubrirás que el mar transfiere más. Dentro del chiringuito estarás también como en brazos. Un simple cañizo detiene al impetuoso monarca.
La tercera, la convección. Hay un fluido líquido o gaseoso que transporta la energía térmica entre zonas. Imagina por ejemplo ese genial sistema de calefacción llamado suelo radiante, hijo legítimo y bien versado de la Gloria. También explicaría, de nuevo de manera grosera, la relación entre borrascas y anticiclones.
Dicho esto, aquí el ejemplo que apuntaba antes. Me parece haber encontrado una excepción a todas estas acreditadas normas. Creo estar interpretando bien lo dicho hasta ahora afirmando que la cabeza del alfiler, la arena y la habitación no pueden estar nunca más calientes que la llama del mechero, el sol o el agua que recorre las venas del parquet, de acuerdo, pero…
… Pero es que me han hablado de un caso para el que la termodinámica no ofrece respuesta. Los valores térmicos razonables del cuerpo humano parecen oscilar entre los 36.1 y los 37.2 grados centígrados y, aveces, depende y según los casos, basta con que dos cuerpos se acerquen para que, no sé si por conducción, radiación o convección, el mercurio vuele por los aires.
Entiendo que lo que no explica la física será material químico. O fiebre.
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