Vilvestre dedica buena parte de sus terrenos cultivados al olivar. Lo mismo que algunas zonas colindantes de Las Arribes.
Un olivo que ofrece un fruto, la aceituna de la que se extrae un jugo convertido en aceite de oliva virgen extra.
No hay una calidad superior a esa. El aceite virgen extra es natural y sin impurezas. Si tuviera alguna, sería solo virgen. Y perdería su virginidad si se refina, un procedimiento que consiste en poner el aceite a 600 grados para eliminar sus impurezas y, con ello, las cualidad organolépticas y nutricionales que lo convierten en una joya gastronómica y cardiosaludable.
El que se obtiene en Vivestre es virgen extra y además, está rico.
Así lo afirma Daniel Martín, experto de un instituto de investigación de Mérida (Badajoz), que este sábado dirigió una cata de aceite en Vilvestre con motivo de la feria del aceite y del olivar, con presencia de productores portugueses, que tienen minada de olivos la margen derecha del Duero.
“El aceite de esta zona tiene características propias. Aromas frutales intensos, algo que es positivo, y un nivel de amargor y de picor medios, algo que también es positivo. Lo más importante para el consumidor es que es de la máxima categorías comercial, 100% natural, con la recolección de la aceituna a mano y elaborando el aceite con un procedimiento físico y mecánico”.
Es decir, que cuando el aceite virgen extra amarga un poco y te deja un picorcillo en la garganta, es estupendo, como el de Vilvestre. Sobre todo, crudo para el desayuno y en ensaladas.
Lo que ocurre en Vilvestre, en el resto de Las Arribes y zonas productoras de la comarca, así como del norte de Extremadura y en la ribera portuguesa del Duero, es que hay poca producción, debido a las características del terreno donde se cultiva el olivo. Son pendientes y balcones que no permiten el uso de maquinaria para atender la explotación y realizar posteriormente el vareo de los olivos.
Por eso, cada botella tiene un precio superior al de las grandes productoras. Y por eso, Martín explica que “hay que buscar un valor añadido para el consumidor”.
Como se suele vender prácticamente en origen, ese valor añadido puede venir de la organización de catas y de mostrar al cliente cómo se extrae el aceite en las almazaras, apadrinar un olivo, hacer ferias durante la recogida de la aceituna para que vean el trabajo y el proceso de elaboración del aceite. “Es el oleoturismo, que está funcionando muy bien en Extremadura. A la gente le gusta y paga por ello, como ocurre con el vino”, comenta el investigador.