[dropcap type=»1″]C[/dropcap]onocimos a los duques de Alba gracias a José María Vargas- Zúñiga. Él les habló de nosotros y nos invitaron en las navidades de 1979 a comer en Monterrey. Desde entonces surgió una amistad entre Cayetana, su marido Jesús Aguirre y nosotros, que cultivamos hasta la muerte de Jesús.
Las primeras visitas a Monterrey las hicimos en compañía de otros invitados, la mayoría de las veces con los Vargas, José María y Lola, pero pasado un tiempo fuimos invitados solos. Nos recibía en la puerta un mayordomo que tras saludarnos nos recogía el abrigo y nos acompañaba hasta el salón de la tercera planta, donde nos estaban esperando los duques. Allí, contemplando una de las vistas más hermosas de Salamanca, y junto a los dos paisajes de Ribera, tomábamos el aperitivo. Después de un tiempo prudencial pasábamos al comedor, donde se servía la comida por el camarero de los duques, desplazado con ellos desde Madrid. Para tomar el café, retornábamos nuevamente al salón de los Riberas.
En los muchos encuentros con Jesús y Cayetana pudimos conocer de cerca a los duques de Alba. Él era un hombre culto, lector empedernido y escritor pulcro. Conocía el mundo de la cultura española con todo lujo de detalles y hablaba de cada uno de sus personajes con familiaridad, suponiendo que nosotros también los conocíamos. Había sido director general de Música en el ministerio y ejercía como melómano experimentado. Por mi condición de catedrático de la Universidad Pontificia hablábamos con frecuencia de la Iglesia Española y de la universidad de la Conferencia Episcopal, así como de sus derroteros.
También era un buen conversador. En las sobremesas charlábamos de temas políticos, nacionales y locales, de la actualidad y de las últimas novedades de las librerías. Formado en Alemania y conocedor de su lengua, conectaba muy bien con María José, licenciada en germanística. Cayetana es una persona inteligente, con personalidad definida, con las ideas claras, que expone sus opiniones con entera libertad y que está acostumbrada a defenderlas sin complejos.
— oOo —