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Un parque inhóspito

El parque Elio Antonio Nebrija, en Salas Bajas, vacío una mañana de verano.

Situado en el Paseo del Progreso, entre el barrio del Zurguén y Salas Bajas, el parque Elio Antonio de Nebrija fue inaugurado hace ya dos años. Junto al río Tormes, el parque tiene grandes terrenos de césped, una extensión de 28.000 metros cuadraros y además cuenta con un auditorio al aire libre, una zona de columpios para los niños, una fuente y otra zona de aparatos biosaludables.

 

Además, al parque se puede llegar a través de un puente metálico, que lo une con el centro de la ciudad, o a través del paseo situado al lado del río. También hay un pequeño bar, y resulta que la pequeña terraza de este, es la única sombra que hay a lo largo del día en el extenso terreno en el que se halla el parque.

“Este parque es muy bonito, grande y está muy bien cuidado”, comenta Fátima, una de las madres que va de vez en cuando al parque con su hija. “Lo que es una pena es que no haya más sombra porque los niños no pueden jugar hasta que no se mete un poco el sol”, continúa.

Y es que durante las horas diurnas del verano, el parque se convierte casi en una trampa insufrible, donde el sol da de pleno y hay que protegerse en la sombra de la terraza del bar.

La arena donde están los columpios arde, al igual que muchos de los toboganes donde deberían jugar los niños. Porque, no se debe olvidar, que aunque existe una fuente y el río está prácticamente al lado, no existe ninguna fuente lúdica (como en la Alamedilla) donde los más pequeños se puedan refrescar mientras sus padres disfrutan de la tarde en la terraza.

Texto y fotos: María López San Juan

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