[dropcap]A[/dropcap] lo loco, juguemos a las calificaciones con humanos, a los aprobados, deficientes y sobresalientes. Existen dos maneras de ir contando a las personas que se nos van cruzando por el camino. Una, la que parte del cero, la otra, la que comienza la cuenta desde diez. ¿Qué más dará? puede pensarse… Si te quedas con la pregunta el tiempo suficiente concluirás que no, que no da lo mismo.
La primera invita a ir sumando puntos, ya que el casillero está vacío al comienzo. La segunda, por los mismos originales motivos, en cambio, obliga a des-sumar.
Poca práctica con los diezes por mi parte. No tengo más que vagos recuerdos, alguna que otra afortunada ejecución. Un Van Gogh en Dibujo de mi primer primero de BUP… Afortunado e infrecuente. Por esa inexperiencia, me parece harto difícil gestionar la nota máxima. Por pesada. Por severa. Supongo que para quien acostumbra a vestir de matrícula, un nueve puede hacerle sentir como si a ti, después de ver un jamoncito de ese que no se cae del plato al ponerlo boca abajo, te invitan a un bocata de chopped. Llámame raro, me parece mucho más excitante el viaje inverso…
Partir de cero, comenzar a sumar obligatoriamente convierte cada tropezón en toda una bonita y élfica anécdota, una suerte de aventura del sumar. Con el diez por adelantado, fácilmente asomarán las costuras. Sí, costuras, como ese nudo que tenemos en la tripa, como se llamaba…
Imagina que en lugar de una persona hablamos de una casa. En el primer caso sería ir siguiendo (insisto, ir siguiendo. Seguir, no conducir, no son exactamente lo mismo) el proceso de construcción. Costaría tiempo llegar al hogar. Largos visionados de cables, zanjas, cascotes, hormigón, columnas y tabiques desnudos mediante. Hasta que terminan por irse los pintores. Tan bonita.
Si compramos una casa 10, una puerta que chirría se hará grito en el tímpano, un grifo que gotea, una catarata, y por esa ventana que nos cuesta cerrar se escaparán todas las ilusiones. Nota: Hace un ratito que dejé de hablar de casas.
El resultado de restar dos a diez es infinitamente más bajo que el de sumar ocho a cero. De cajón. La diferencia es notable. Y me posicionaré esta vez. Como castellano medular cuyo cuello hiberna en la bufanda varios meses al año, es más que probable que por defecto, termine por comenzar todo desde un respetuoso y justo cero. Quizás parezca injusto porque tú ya te sabes. Nada más lejos de la realidad y nada personal. Te sécapaz de discutir tu sobresaliente con rosas y espadas. Te prometo que, después de mucho pensar, creo que esa posición es la más justa que podemos ofrecer. En realidad, casi nunca casi nadie se conoce de casi nada. Irrelevantes primeras impresiones.
Un cero, unos ojos, unos oídos.
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