Quién no ha sido avisado alguna vez de guardar un periodo de dos horas después de comer antes de darnos un baño en la piscina, el mar o en un río, para no sufrir un corte de digestión.
Con las consecuencias fatales que conllevaría no hacer caso de esa advertencia.
Pues razón no le falta, pero en realidad no nos daría literalmente un ‘corte de digestión’, porque estaríamos expuestos al mismo riesgo que si nos metiéramos de golpe en el agua fría después de haber estado largo rato tomando el sol o justo después de hacer ejercicio y estamos sudando copiosamente.
Podríamos sufrir una hidrocución, que es lo que nuestras madres y abuelas llaman ‘corte de digestión’.
Y lo llaman así porque lo más frecuente es que se produzca cuando se entra en el agua recién comido sin respetar las dos horas de digestión.
Cuando estamos haciendo la digestión el cuerpo alcanza su máxima temperatura, porque el estómago necesita que llegue mucha sangre y el cuerpo la envía, pero al mismo tiempo tiene que seguir abasteciendo a la piel para que se mantenga caliente.
Cuando enfriamos de golpe la piel el organismo está programado para hacerle llegar más sangre para calentarla. Mientras hacemos la digestión no la retira del estómago, sino que el que se queda sin el flujo sanguíneo necesario es el cerebro y se produce un síncope que puede desembocar en un paro cardíaco.
El shock es inmediato. Si está en al agua, la víctima se hunde sin poder luchar hasta el fondo y sin poder avisar a nadie, por lo que el ‘corte de digestión’ también se conoce como «muerte blanca» o «ahogado seco» y es el responsable del 20% de las muertes que se producen anualmente por ahogos.
¿Cómo evitar la hidrocución?
* Ducharse antes de entrar en el agua
* Evitar el golpe brusco con el agua fría
* Entrar despacio al agua mojándose la tripa, las muñecas, los tobillos y la nuca
* Evitar la exposición prolongada al sol
* Evitar los ejercicios intensos antes del baño
Otra forma de prevenir ahogamientos es salir del agua si tenemos escalofríos, visión borrosa, dolor de cabeza o zumbido de oídos. En el caso de los niños, que no son conscientes de estos síntomas, pueden empezar a ponerse pálidos, tiritar o marearse.