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Opinión

EDITORIAL / Un fracaso anunciado

[dropcap]A[/dropcap]l final, este domingo hubo urnas y casi todos los colegios electorales estuvieron operativos en un referéndum independentista en Cataluña anulado por el Tribunal Constitucional, que se realizó sin garantías ni controles y que nació invalidado de antemano desde que se bloqueó el censo electoral la víspera.

Estaba condenado a un enorme fracaso que menoscabaría las razones más o menos triviales en las que se han apoyado los defensores del referéndum.

Bastaba con esperar el cierre de los colegios para desacreditar la escenificación de la consulta y magnificar así su inconsistencia y sus trampas, pero un referéndum condenado al ridículo nacional e internacional se ha convertido en un mártir por la actuación del Gobierno.

No había agentes suficientes para aplastarlo aplicando la mano dura que predicaba el Gobierno. Demasiado pocos antidisturbios para varios millones de catalanes dispuestos a votar. Demasiado pocos para requisar todas las urnas y papeletas. Demasiado pocos para aniquilar un referéndum anulado de antemano. Pero suficientes como para que el Gobierno perdiera la batalla de la imagen, dentro y fuera del país, porque lo que ha circulado en el extranjero han sido las fotos de agentes enfrentados a ciudadanos, retirando urnas y entrando en colegios electorales con la patada en la puerta. Ahora vete tú a explicarle a un paleto de Gran Bretaña o de Texas quién tiene la razón.

El Gobierno acaba de darle un balón de oxígeno inmenso a los defensores del referéndum catalán anulado por el Tribunal Constitucional, y de ganar para la causa soberanista a muchos que hasta ahora no la veían con buenos ojos. Al mismo tiempo, ha sembrado el desasosiego y el desconcierto en buena parte del resto de España, con el recurso a tanta represión para lograr tan poco. O tanto, según se mire, porque ha echado gasolina al fuego.

¿Alguien pensaba de verdad que tenía alguna posibilidad de enderezar esta situación a palos? ¿Y ahora, qué? Lo peor es que ahora haya piense que se han quedado cortos.

Ya estamos donde querían el PP y los herederos de CiU: en un choque de nacionalismos, el catalán reconvertido en soberanista y el españolista, del que vivirán ambos durante años, a falta de algo mejor que ofrecer a los ciudadanos que últimamente estaban conociendo demasiados casos de corrupción en sus organizaciones. Se comen la patria por las piernas y se envuelven en su bandera, pero para saquearla y engañarla. Un duelo de populismos del que no se puede esperar nada positivo.

Hasta ahora habían perdido los papeles los organizadores de un referéndum ilegal sin futuro, pero este domingo las cosas también se le han ido de las manos al Gobierno. Si es que alguna vez lo tuvo bajo control. Un fracaso anunciado.

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