Opinión

FulMen y la chincheta norcoreana

 

[dropcap]A[/dropcap]unque en ocasiones no parezca sencillo de entender, interpretar o simplemente aceptar, todo sucede por algo. Hay una versión muy romántica con domicilio social en Bucolia que confunde “por” con “para”. No es pequeño el matiz, ya que aunque su camino alcance el mismo número de kilómetros y en ambos recorridos son sencillos de reconocer multitud de obstáculos, unos guardan la espalda y otros invitan al horizonte.

 

¿Las cosas pasan porque sí? Mmmmm, a ver cómo te lo explico… No. Pasan por algo. El para algo depende del propietario de la cabeza que alberga esa duda, del rumbo que decida tomar antes de mover sus pies. Y presta atención, quizá te pase como a mí y por defecto siempre tenderás a poner el mismo pie en el primer escalón sin contar los pasos. ¿Costumbres?

Respecto a todo lo sucedido hasta alcanzar la postura de pies juntillas, justo ese milisegundo antes de dar el siguiente primer paso número uno, no se puede hacer más que reflexionar y sacar conclusiones. Probablemente las que menos nos gusten serán las más trascendentes (re-sis-ten-cia), paradojas, pero llegado ese momento… Juraría que es muy asequible, muy sencillo, pre-decir, pre-ver, pre-escuchar y pre-sentir qué sucesión de sucesos que sucederán sucesivamente nos acecha. Es más que probable que practiquemos la milenaria técnica de la cabra, la de tirar al monte, cada vez más arriba, cada vez más alto, a lugares cada vez más escarpados hasta que ya no se puede subir más, hasta donde falta el oxígeno. ¡Venga ese ejemplo!

Andaba Fulanito Fulanítez una tranquila tarde de otoño con una chincheta en sus manos y claro, ya que la tenía, decidió hacer uso de ella. Con esa característica irresponsabilidad suya decidió pinchar a su vecino, oh sorpresa, Menganito Menganítez. Éste, participativo como no hay dos, decidió dar continuidad al juego aportando un poco de lo suyo para no caer en la monotonía. Devolvió el movimiento con un alfiler de su bonita última camisa que, por si acaso algún día decidía doblar y guardar como recién comprada, escondía en la cajita de guardar alfileres.

Turno para Ful. Satisfecho porque su lúdica propuesta había encontrado rival, recogió el guante de Men y también evolucionó el juego apostando por la navajita con la que su abuelo cazaba setas.

– ¿Ah sí? – Contestó Men. – Tengo unas afiladas tijeras en el segundo cajón de la cocina, pinchan y cortan fenomenal. ¡Probaré con ellas!

Unas manos después, Ful y Men recibieron sepultura en el alfoz de su ciudad. – Se les fue de las manos – susurraban con precisión en cada corrillo durante el sepelio. Fue muy rico el debate, aunque no se declaró ganador. Se apuntó a la chincheta aunque no fueron menos las voces que responsabilizaron al cuchillo, la motosierra, el revolver o el tanque…

– ¿Dónde habrían terminado estos dos de haber comenzado por un apretón de manos? – Mascullaba el viejo jardinero encargado de guardar la primavera… – Suerte estar de atar en un mundo de cuerdos…

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