[dropcap]S[/dropcap]upongo que te habrás percatado de que de un tiempo a esta parte se venden, básicamente, intangibles experiencias y sensaciones. Nada más que eso, un mantra válido tanto para un desodorante, unos cereales, un crucero o unas compresas mini sin alas. Lo capital es poder “experienciar” y “sensacionar”, grabar los momentos que quedarán forever para siempre en tu memoria. Así podrás contarlo en el trabajo. Así, como para no comprarlo. Lo cuentan tan bonito…
Podemos estar de acuerdo en gran parte, aunque no debemos estarlo en toda. Parece sano quedarse con un trocito de duda propia, no sea que nos vayamos a convertir en el mismo individuo tipo sin derecho a queja por falta de originalidad. ¿Hay alguien aquí que tenga como objeto en la vida ser exactamente igual que otro u otra? Que abra la puerta y se vaya, que aburrimiento.
El caso es que hay veces que la mejor noticia es notarlo todo y otras en cambio la inconsciencia es lo mejor que nos puede suceder. Te lo plantearé desde dos perspectivas distintas, una emocional o mejor, sensacional y otra física y tangible.
Las emos y las sensas siempre funcionan más y mejor si las persianas están bien subidas, con la consciencia en modo ON. Terrible encontrarse con tu misma mismidad y reconocerte que no te has enterado de lo que termina de suceder. Ejemplo sencillo, comerte un modestísimo huevo frito con puntillita y pan de verdad como si fueras el mismo alcalde de la calabresa Síbari. Es un dos en uno, te alimenta, que si quieres es lo fundamental, y pasas un rato bueno a cada bocado. Sensacional la sensación de recrearse en la diferencia que existe entre el huevo de verdad y el de plástico.
Queda la otra proposición, la física. Ay esta, qué truco tiene la muy granuja. ¿Y si te digo que lo mejor que puede suceder es que no sientas nada en absoluto? Vale, quizá te surjan dudas ya que por ejemplo, el contacto con una piel que no es la tuya será probablemente lo más sublime que se pueda percibir. Vale, no de cualquiera, no me enredes, es mi escatergoris. No cuentes con el físico de nadie más, solo el tuyo.
Lo que quiero decir es, ¿En qué circunstancias somos conscientes de que disponemos de una muela del juicio? ¿Cuándo valoramos en su justa medida el buen funcionamiento del esternocleidomastoideo, ese gran desconocido? ¿Hay algo mejor que la pata de una cama para hacernos saber que el meñique del pie izquierdo iba dentro del calcetín?
Si. Cuando todo va bien somos unos ingratos con muelas sin juicio, esternocleidomastoideos y meñiques de pies izquierdos. Ahí están mientras nosotros jugamos con el aterciopelado látigo de la indiferencia.
No es terrorífico necesitar dentistas, masajistas o escayolas. No es terrorífico darnos cuenta de lo que somos, de lo que tenemos. Lo terrorífico es esperar a que el dolor sea insoportable para hacer algo al respecto. Y ahora no hablo de lo físico.
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