[dropcap]C[/dropcap]on la de cosas que hay, cómo no se nos va a ir alguna de las manos. ¿A quién le apetece estar en las de nadie? ¿Cómo no hacer todo lo posible por irse de ellas entonces?
Una que se escapa a cada minuto es la corrección política. Excepto a los políticos, todos tienen algún amigo de nombre Diego, que es quien se la guarda en momentos delicados. Nosotros, las clases humanas y mortales no tenemos esos privilegios. Bien. Tras una semana tratando de arrejuntar valor, creo verme con fuerzas para reconocer que no todos somos iguales. Reconozco fácilmente una raza superior al resto. Debemos aceptar su supremacía. No pasa nada por afirmar que hay quien nos supera, la lástima no tiene cabida alrededor de ese sí, donde sí cabe, o mejor, cuando sí cabe, es en el momento en que la propia inferioridad se hace problema.
Tú y yo no somos inferiores, ellos son mejores, debemos darles las gracias por existir, ya que abren vías para nosotros desconocidas. Si lo hacen ellos, que no tienen más que dos piernas y dos brazos, ¿por qué no vamos a ser capaces? Nos están dando pistas, son superiores, magnánimos y tienen mucho que enseñar.
En su momento también he sido crítico con ellos, los veía diferentes a mí, capaces de hacer cosas que yo jamás me permitiría, ese sectario vivir en que todo parece traérsela al fresco. Los odiaba con admiración.
Es cierto, puede dar mal rollo ver a grupo de personas haciendo ostentación pública de poder, haciendo lobby de pavo ante cualquier humano de clase media trabajadora, o trabajadora o media, dan cierta grima. Se debe al desconocimiento que tenemos acerca de su proceder, de la estructura de sus relaciones. Se nos escapan, de nuevo por sectarios.
Reconozcamos las cosas sobre todo cuando son objetivas. Indiscutibles. Inopinables. Es que son mejores. Superiores. Las verdaderas élites. Lo saben y se ven legitimados en el salto de longitud de regla y protocolo. No digas no, vaya si resulta sugerente ser uno de ellos aun renegando de ciertos condicionamientos personales, familiares, culturales… Verte con el poder de la libertad. A la calle y que sea tuya, ignorar todo pensamiento de cualquier individuo que se cruce en tu caminar. Sandía.
Eso es poder. Eso es libertad. Quizá pueda parecer, ¡hombre! otra vez sectario y deshumanizado, pero nada más lejos. Llevo tiempo trabajando este pensamiento y es firme como el mármol. Mejor uno de ellos que esos a los que llaman “normales”. Uuuuuh (voz de fantasma).
Discúlpame, te he lanzado el alegato de militancia y ni siquiera he mencionado quienes son ni donde habitan, habré supuesto que los conoces de sobra… Perdóname, estaba hablando de los guiris. Y sí, les da exactamente igual tu opinión acerca del uso de calcetines con chancletas.
Una cosa más, casi se me pasa. Nunca recalentar lentejas, espinacas o sardinas en el microondas. Tienen mucho hierro.
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