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Nuevos medallones en la Plaza Mayor y otras efemérides

El Adelanto de Salamanca dejó de publicarse en mayo de 2013, tras 130 años editándose.

[dropcap type=»1″]P[/dropcap]ara esculpir los medallones, convocamos un concurso entre artistas salmantinos. El jurado que juzgó los trabajos presentados lo declaró desierto. Ante el fracaso cosechado se hizo uno nacional dotado con un premio de 250.000 pesetas. Acudieron 19 escultores que presentaron 35 medallones en escayola. Julián Sánchez, el Charro, fue esculpido por Enrique Orejudo, que ya había tallado a Rodrigo Caballero y Llanes, corregidor promotor de la Plaza Mayor  salmantina. José Luis Pinto Benito realizó el medallón de san Juan de Sahagún y Fernando Mayoral el de Wellington.

A principios del otoño de 1981 se conmemoraron los cien años de la Caja de Ahorros de Salamanca. La entidad estaba presidida entonces por José María Vargas-Zúñiga. Para celebrar la efeméride publicaron una documentada historia de la Caja, y el Ayuntamiento de Salamanca aprobó conceder la Medalla de Oro de la ciudad a la que consideraba su entidad de crédito. Fue la primera de las concedidas por el primer Ayuntamiento democrático nacido de la Constitución del 78. La Corporación estaba agradecida por el buen trato recibido, por encima de partidismos. Caja Salamanca realizaba una labor encomiable, invirtiendo parte de los fondos de los salmantinos en obras culturales y sociales que repercutían directamente en los ciudadanos.

También premiamos a El Adelanto por sus cien años con los lectores de Salamanca y su provincia. La concesión de la Medalla de Oro surgió de una moción de la alcaldía fundamentada en la petición hecha por la Asociación de la Prensa Salmantina. La entregamos en la Casa Consistorial el 30 de diciembre de 1983. Recibieron el premio Carmen Romo, viuda de Núñez, y su hija, Coro Núñez Varadé. Intervino el director del periódico Enrique de Sena. La medalla fue diseñada por el orfebre José Manuel Cordón. El acto concitó a toda Salamanca. En el acto estuve recordando mi niñez. Mi padre, lector de El Adelanto los domingos y festivos, nos hacía leer en alto el periódico para valorar nuestros progresos en comprensión lectora.

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