Opinión

La vida de un gran economista (I)

Juan Velarde.

[dropcap]E[/dropcap]l pasado martes 19 de diciembre, el Instituto de España homenajeó de antigüedad académica –casi cuarenta años en la Real de Ciencias Morales y Políticas, desde 1978—, al Prof. Juan Velarde Fuertes, y el Instituto me hizo el honor de ser yo el que presentara ese acto de admiración y afecto a uno de nuestros grandes economistas.

Estuve pensando cómo hacer mi presentación, y al final, me pareció que sería útil plantear toda una serie de cuestiones, en las que Don Juan fue expresándose a lo largo de su vida con total libertad, y también verán que con llaneza, buen juicio, y erudición al mismo tiempo, como podrá irse viendo. Así que, procedí con ese método no tan distinto del socrático.

Pero previamente, para una primera semblanza del homenajeado, daré la palabra en mi discurso al Prof. Emilio de Diego, que fue el editor y prologuista del Liber Amicorum que hace diez años dedicamos al Prof. Velarde, al cumplir los 80, y cito:

Tal vez sea éste uno de los rasgos que mejor definen la personalidad de Juan: su impulso permanente a la apertura de ámbitos de conocimiento, de un saber que derribe los obstáculos para la comprensión. Algo que, como puede verse aquí, se pone de manifiesto en tantas y tan diferentes etapas de su vida: en sus primeros años de estudio; en su juventud; en su andadura política; en su labor profesional…; desde su tierra asturiana hasta todos y cada uno de los lugares que ha conocido a lo largo y ancho del mundo…

Y seguimos con algunas observaciones de personas en el largo historial del Profesor, la siguiente de muy señalado autor, como Vds. verán al final:

Pues con todo este abrumador currículo, Velarde se mantiene joven y simpático; dispuesto siempre a atender a cualquiera que le necesite, y a seguir la actualidad económica en artículos sugerentes e interesantísimos. La Economía, como el mar, tiene sus olas y sus corrientes, e incluso sus tsunamis; basta leer en un periódico los abiertos, oportunos e ingeniosos comentarios de Juan Velarde para saber por dónde van las cosas. Todos tenemos mucho que agradecerle, y cada uno un favor o servicio particular.

Frases provenientes de Manuel Fraga Iribarne, persona tan exigente como a veces contundente.

Y de un historiador insigne, que dedicó gran parte de su vida a la Historia del siglo XVIII, y a dirigir multitud de estudios con largo provecho para todos, procede la siguiente observación:

Coincidíamos en las Juntas de Facultad y en la Sala de Profesores, entre clase y clase. Yo seguía muy de cerca, con cariño y admiración, a Juan Velarde, sorprendido siempre por su capacidad de trabajo, por sus conocimientos de economía, por su erudición enciclopédica y por su curiosidad sin límites.

Es el comentario de Gonzalo Anes, Director que fue de la Real Academia de la Historia. Y terminaremos las microsemblanzas que aquí he traído, con una referencia que figura en el citado Liber Amicorum. Es de la Profesora Josefina Fernández Arufe:

No puedo dejar de mencionar su investidura como doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid en el año 2000. Tuve la fortuna de ser su madrina y efectuar la correspondiente laudatio. Luego, Don Juan evocó la elección que en su día efectuó para desarrollar su actividad profesional en el campo del sector público, rememorando al poeta norteamericano Robert Frost cuando escribió:

Dos caminos se separaban en un bosque dorado

Y no pudiendo seguir los dos,

Tomé aquel menos frecuentado,

Y eso lo cambió todo.

*      *      *

Entraremos ahora en una segunda fase del discurso, en el que recogí toda una serie de cuestiones fundamentales de El presente como historia, que habría dicho Paul Sweezy por su libro del mismo nombre. Y empezaré por recordar cómo conocí a Juan Velarde Fuertes y a Enrique Fuentes Quintana casi al mismo tiempo, cuando dispensaban la asignatura de Estructura Económica de España, al alimón, en el viejo Caserón de San Bernardo.

Y no será casi preciso decirlo, que esa era la materia que más me interesó, pues en ella se explicaba el verdadero funcionamiento de la economía española. Para lo cual los dos profesores habían redactado unos apuntes de calidad muy superior a otros de por entonces. De los que me examiné, ya casi en el verano de 1956, presentándome al examen oral bastante bien preparado, y vestido de Alférez Eventual; tal vez para fardar, cuando estaba haciendo las prácticas de la Milicia Universitaria en Inca, Baleares.

Después de aquel examen, andando el tiempo, ya con los títulos de Economista y de Derecho, quise volver a la Universidad como profesor, en alguna cátedra estructuralista. Y en vista de la negativa que tuve con un alto docente de alguien que parecía preocupado por mi posible afiliación política, recurrí a Juan Velarde, ya catedrático en Madrid, después de haber pasado dos cursos en Barcelona.

La receptividad de Juan Velarde –desde su cátedra de Estructura II— fue de lo más alentadora, y enseguida asumí la función de profesor de clases prácticas. Y de esos tiempos, recordaré un episodio que me parece muy significativo.

Cuando ya llevaba unos meses como profesor en la Universidad con Velarde, el runruneo sobre mi pertenencia al PCE estaba ya muy extendido, y un día me llamó y me preguntó directamente si yo pertenecía a esa organización.

Yo no le podía decir ni que sí ni que no: decirle que sí, podría haber supuesto tal vez el final de nuestra relación, aparte que no tenía por qué decir nada sobre mi adscripción política; y decirle no, habría sido una mentira. Mi contestación fue de tercera vía:

—   Lo único que puedo decirte, Juan, es que yo estoy por la democracia, y no pienso participar en ningún proyecto de autoritarismos de ninguna clase. Mis ideas tendrán un origen u otro, pero, perdóname que te lo diga, ya me he expuesto algo como para mostrar que aquello a que aspiro fundamentalmente es que España sea un día un país normal, democrático, con libertades; con una Constitución para convivir todos libremente…

Ante esa contestación Juan reaccionó en el sentido más positivo:

—   Con eso me basta, Ramón, con eso me basta. Ya lo has dicho todo… ¡Hala, seguiremos trabajando juntos!

Seguiremos la próxima semana. Feliz Año Nuevo, y que además de interesante (que lo va a ser, y además muy movido por estos pagos hispanos), sea propicio a mis amigos en cuanto a proyectos y realizaciones: “Homo homini non lupus semper, sed amicus in longa vita”. En contra, pues, de lo que preconizaba Hobbes en Leviatán.

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