Para muchos, las mascotas son una bendición, pero el día de San Antón, que se celebra este miércoles, son ellos los bendecidos. Decenas de salmantinos han acudido con sus animales a la iglesia de Capuchinos para cumplir una tradición: que sus amigos peludos sean bendecidos.
El Parque San Francisco ha reunido este miércoles a numerosos amantes de los animales. Decenas de perros, algún gato, varias tortugas y un par de pájaros de colores han sido bendecidos en el día de San Antón.
Para muchos de sus dueños es una tradición, como para la dueña de Thor, un enorme y tranquilo bóxer, quien va cada año porque “quiero que mi perro esté bendecido porque creo que es una buena acción y yo siento que tiene que tenerlo”.
Purificación Portillo ha llevado a Cara, su chihuahua miniatura que vestía un pequeño jersey. Para ella, tener una mascota “es algo muy enriquecedor, te da mucho más de lo que tú les da a ellos”. La perrita fue un regalo de su hija. “Antes tuvimos un perro que nos dio algún problema de comportamiento, entonces yo dije que en casa no volvía a entrar otro perro si no era un chihuahua. Lo dije de broma, pero apareció con la chihuahua”. Ahora, ella y su marido están “encantados de la vida”. Aunque creen que es una raza un poco “quisquillosa”, Cara es “bastante buena”.
Tara, una pequeña yorkshire también fue un regalo para su dueña y es el primer año que la bendicen. Ángela Martín cuenta que los primeros días no estaba muy acostumbrada a tener una mascota que requería tantos cuidados, “pero luego es una pasada”, añadió, “sabe más que las personas”. Ángela Martín explica que tener un animal en casa tiene muchos beneficios. “Mi madre era antiperros y con ella ha hecho una terapia. Sale más a la calle, sonríe más, se ha vuelto más sociable… Lo que le enseña ella. Me arrepiento de haber dicho en los primeros días que no la quería”.
Pero no todo han sido perros. Entre la multitud se han visto gatos, como una siamés de ojos azules llamada Noa que no quería salir de su transportín porque el año pasado le mordió un perro, o una tortuga de tamaño grande de 30 años llamada Séfora. Una tortuga que, según cuenta su dueña, recibe masajes con aceite para cuidar su caparazón y adora comer. “El pienso es lo que no come”, nos cuenta Paquita Prado, “lo que más le gusta es la carne picada y los langostinos”.
Texto y fotos: Paula Castro Morán