[dropcap]D[/dropcap]irán los lectores de La Crónica de Salamanca que con el Prof. Tamames, estas últimas semanas, va de libros. Y tienen toda la razón. Aunque les aseguro que es una racha de no mucho tiempo. Y me explico.
La iniciativa para publicar mi libro ¿Adónde vas Cataluña?partió de un gran amigo a quien citaré sólo por sus iniciales, MdV. Quien me recordó que en 1976 había publicado una especie de libro/informe, con un título casi igual, pero refiriéndome al país en su conjunto: ¿Adónde vas, España?
Aquel fue un trabajo que me proporcionó muchas alegrías, primero por su gran difusión, y después por lo que algunos consideraron que tuvo una cierta influencia en el cambio político. Un periodista muy celebrado, y que emprendió su último viaje hace ya cuatro años, me dijo una vez en 1976:
- Ramón, lo primero que hace Suárez, al levantarse por las mañanas, tomando de la mesilla de noche tu libro ¿Adónde vas España?, es decirse lo siguiente: “A ver qué dice Tamames que tengo que hacer hoy… ¡Ah, ya lo veo!, el derecho de presentación, hay que suprimirlo”. Aquello era una concesión vaticanista a Franco, quien tenía la posibilidad de nombrar a los obispos, ofreciendo a Roma una terna en que justamente los tres eran partidarios del Régimen.
Así las cosas, en 2013, MdV me comentó que habida cuenta de cómo iba lo de Cataluña, con la tendencia independentista de Artur Mas y compañía, debía escribir un nuevo llamamiento a los lectores, esta vez con el título de ¿Adónde vas Cataluña?
El libro, efectivamente, se trabajó, se imprimió y se difundió en tres sucesivas ediciones, con una receptividad por los lectores que no he dejado de agradecer. Y llegado el momento, mi editor con su equipo, me propuso hacer una cuarta edición revisada, que ha salido en los últimos días de enero, y que vamos a debatir próximamente.
Será en Barcelona, en la Societat d’Estudis Economics, un centro de meditación, verdadero tanque de talento catalán de Foment, la patronal, el próximo 15 de febrero, donde pienso que tendremos ocasión de extraer algunas conclusiones, aunque esto último siempre parezca prematuro.
En la parte renovada del libro para su cuarta edición, he tratado de apreciar lo sucedido tras el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, seguido que fue, el día 27, de la declaración unilateral de independencia (DUI).
Tras esa declaración, el Gobierno de la Nación no tuvo más remedio que -con los trámites necesarios-, activar el art. 155 de la Constitución, la bomba atómica de nuestra Ley de Leyes de 1978. Con las derivaciones que se han producido después, y que los lectores de La Crónica de Salamanca conocen perfectamente.
El caso es que la crisis constitucional que estamos atravesando, tiene enseñanzas para el tiempo futuro, previsiblemente no muy largo. Se verá lo que ha sido el intento de crear las condiciones para que Cataluña saliera de España, y de Europa, sin que eso ni fuera ni sea posible.
En ese sentido, la reacción a la declaración unilateral de independencia, y a la previsión de que entraría en vigor el artículo 155, no hizo esperar la impresionante salida de toda clase de empresas catalanas, ya más de 5.000, hacia el resto de España, con graves consecuencias que el infantilismo independentista no puedo ocultar con aquello de “no pasa nada, porque no pueden llevarse las fábricas”.
En el sentido apuntado, precisamente en estos días en Madrid, hablando con un empresario catalán, éste me manifestaba que el efecto no va a ser levemente transitorio, sino que tenderá a hacerse más grave cada día. “Yo tenía prevista -me dijo-, una inversión de 120 millones de euros en Barcelona, para una nueva fase de expansión. Esa inversión, se hará en otro lugar”.
Todo eso y muchos más episodios, van a tener un alto coste y darán que pensar a los aventureros de la política que propiciaron tanta incertidumbre, mezclando prédicas falaces con sentimientos y conveniencias personales. Tratando de extender, además, esa situación a Baleares y la Comunidad Valenciana. Con la teoría de los llamados países catalanes. En resumen, el daño que se ha hecho, ya es muy considerable. Y algunos quieren seguir haciéndolo y, si es posible, aumentarlo, asegurando que son muy pacíficos y muy europeístas.
Pero todo puede tener solución: volviendo a la legalidad constitucional. Y para eso creo que cabe decir que los diputados constituyentes en 1977-78 supimos redactar -con catalanes como Roca Junyent, Solé Tura y otros- la Constitución de 1978, con su artículo 155. Que no es otra cosa que la intervención federal, para poner las cosas en su sitio, como tienen todos los países en que existen regímenes autonómicos o federales.
Con el tiempo se comprobará que Cataluña, dentro de España, continuará siendo un espacio más que apreciado, y que si la Constitución se respeta -sin perjuicio de plantear su reforma-, retornarán los impulsos de prosperidad económica y de consenso verdadero; por unas relaciones estructurales con el resto del país de cuya fortaleza nadie puede dudar, sino los enloquecidos secesionistas.
Los acontecimientos de los últimos días son expresivos de que la crisis catalana no ha terminado, ni mucho menos. Los resultados electorales del 21 de diciembre ya se esperaban, y muchos se preguntaron por qué Rajoy convocó elecciones con tales expectativas. El caso es que el martes 30 de enero, el Sr. Torrent, Presidente del Parlament, decidió que se dejaba el tema de la elección de presidente de la Generalidad para el día de los enamorados, o sea, el 14 de febrero.
A partir de aquí, se plantea nuevamente la gran pregunta, que se ha formulado tantas veces en la historia universal de ¿qué hacer? Y la respuesta es, como siempre, opcional, y en este artículo sólo esquematizaremos algunas posibles contestaciones, dejando aparte todo el oropel de lo que está pasando y va a pasar, y de si habrá nuevas elecciones o no, pero siempre en la idea de que habremos de volver a la cordura. En ese sentido, se formulan las siguientes proposiciones:
- Mantenimiento del artículo 155 en pleno vigor, para que, en combinación con el Consejo de Estado en su caso, y el Tribunal Constitucional siempre, no se admitan desviaciones parlamentarias en Cataluña hacia la ilegalidad.
- Un proyecto de país. Es lo que necesita configurar el Gobierno de la Nación, porque mucho de lo que ha sucedido en Cataluña, se debe a las frivolidades de Rodriguez Zapatero auspiciando la reforma de los Estatutos de Autonomía cuando nadie lo estaba pidiendo. Lo que realmente necesitamos es formular un nuevo modelo de desarrollo, concebido para toda España y lo que queda del siglo XXI. No podemos seguir más tiempo en la circunstancia de que La Moncloa se limita a seguir pastoreando el país.
- El proyecto de país hay que venderlo bien, y en Cataluña especialmente. Ofreciendo un horizonte en el que el Estado de las autonomías se racionalice, creando las condiciones para una revisión del mismo. En materias como educación, para evitar tergiversaciones de la Historia, y la inoculación del nacionalismo más rancio y negativo en las juventudes estudiosas. Una conferencia sobre la educación en España y la reforma del artículo 27 de la Constitución, parece acuciantemente necesaria. Y lo mismo sucede con la sanidad, la dependencia, la justicia, etc. Hay que renacionalizar la nación y también hacer el Estado mucho más eficiente.
- No olvidar la Historia. Considerando, como creo que se hace en mi libro ¿Adónde vas Cataluña?, que a partir de 1516/17, al configurarse Carlos I como primer rey de España, la Corona de Aragón quedó relegada respecto a la de Castilla, con todo su protagonismo. Es una observación que algunos considerarán fútil, pero no es así. En el fondo del nacionalismo independentista catalán, late la nostalgia del paso de una confederación política de las diferentes partes de España, a un sistema cada vez más unitario y dominado desde el centro. Una cuestión que debe analizarse para reequilibrar nuestro futuro. Por eso en el libro que comentamos se plantea, sin llegar a la bicapitalidad española, que en Barcelona se ubique un reformado Senado español, y también un posible Ministerio de Asuntos Territoriales.
- Revisión de las leyes electorales de ciertas comunidades autónomas, que favorecen el nacionalismo y a la larga el independentismo, mediante un sobrepeso de las zonas fuera de las grandes ciudades, que discriminan el voto, dando prioridad absoluta a las zonas con menos horizonte democrático, a base de un sobrepeso de las mismas, que no puede mantenerse.
- La nueva configuración del Estado, modificando lo que sea necesario del Título VIII de la Constitución, para que desde los servicios públicos se busque la excelencia de los mismos, en vez de plantear la creación de diecisiete microestados dentro de lo que llamamos España.
En definitiva, se trata de crear una nueva atmósfera de convivencia y concordia. No para ver quién es más hábil -o astuto como a veces se ha dicho-, en la progresiva magnificación de lo que no separa, en vez de insistir en lo mucho que nos conviene unir.
Como siempre, el autor queda a disposición de los lectores en castecien@bitmailer.net.
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