[dropcap]L[/dropcap]levaban juntos desde el mismo principio. Siempre estuvo dispuesto a sacrificarlo todo por ella. No fueron pocas las veces que asintió sin preguntas sabiendo que tenía todas las de perder ante rivales, a veces enemigos, más capaces, más hábiles, con más medios. Lo sabía, pero eso le daba igual. Ignoraba cualquier peligro. Por ella…
No eran solo los molinos, quienes tenía a sus espaldas junto a ella eran también poderosos, de otra clase. Lo sabía. Por eso valoraba tanto cada guiño, cada gesto, cada sugerencia. Convertía todo estímulo recibido en una suerte de filtro de amor. Le hacía sentirse especial entre todos, los de inabrazables estirpes y los vulgares como el, ser el escogido aun a riesgo. Sabía que le esperaban los pies de los caballos, pero si ella…
A veces se travestía con ropas que no le correspondían, esas veces que había podido sortear toda trampa y obstáculo que el camino le proponía. El cuento de Cenicienta hasta las doce menos uno, sin día siguiente. Premio suficiente seguir de pie en la pista de baile cuando la música dimitía. Firme como una torre aunque fuera un ratito. Para ella…
Pensaba que el tiempo jugaba en su favor ya que llevaban toda una vida juntos, que haría que esa entrega le permitiría destacar sobre todos las demás. Que era cuestión de ese mismo tiempo que por algún motivo, grande como la punta de un alfiler, su incondicionalidad se reconocería como la única verdadera… Quizá nunca la conoció bien.
El tiempo hizo todo lo que sabe hacer, quizá lo único, pasar. No sucedió nada a cambio del sacrificio, del credo de amor, de aguantar el pie sobre tacones de cristal, al contrario, sucedió el tiempo a cambio de nada.
Un día dijo basta. Dejó de mirarse los párpados para verse bien. Los abrió para verla y dejar de imaginarla. Para creerla y dejar de crearla. Para sentirla y no sentarla. Vio cada cuadro, cada pieza. Miró hacia atrás y vio a los pocos mejores que simplemente se habían servido de él. Miró hacia delante y vio el negativo de sí mismo. Miró a los lados y vio iguales. Ni siquiera era original.
Aquella tarde fue la última que se le vio. Nadie notó su falta hasta que antes del siguiente duelo descubrieron que estaban todos menos él. Ella, la Reina, también el Rey, los caballos, torres, alfiles y todos los peones menos uno. La vanguardia mostraba una vía. Aquella tarde fue protagonista de verdad, cuando descubrieron que Peón negro Siete había dejado la caja sin avisar. Fue solo un momento estelar, lo que tardaron en recurrir a una dama.
Se dice que él sabía no ser un peón cualquiera y ahora vive por sí, con otras fichas de colores, equilibristas, arlequines, pistoleros, bailarinas, gatitos, turistas, flamencas, un vampiro, un laberinto, varios puentes, muchas ocas y un gran estanque en el centro.
A lo que diga el dado.
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