[dropcap]N[/dropcap]ací en el precioso pueblo salmantino de EL CERRO y aunque tuve que emigrar al Norte, como tantos otros, para un mejor desarrollo profesional, vuelvo de vez en cuando y ahora, jubilado, algo más, porque entre otras razones cuido con mimo unos castaños que me dejó mi padre en herencia. No sabía lo difícil que es empeñarse en tal tarea, porque estos pueblos están abandonados de la mano de Dios y su progresiva desaparición se nos antoja inexorable. Es muy probable que en 20 años, no se pueda acceder al campo porque la maleza y las zarzas se adueñan de todo. A nadie le interesa.
Escribo enormemente preocupado por la nueva carretera de Peñacaballera a El Cerro, particularmente los 4 últimos kilómetros, que son los más costosos de todos los realizados en España, por lo menos en el tiempo que han dedicado. Y eso que no hay túneles ni puentes.
Además soy afectado por la voladura “chapucera” que ha sembrado mi parcela de miles de piedras, roto algunos de mis castaños, y hecho desaparecer una regadera centenaria. Se suma esto a otro desastre de hace 3 años, a cien metros de ese lugar, donde cortaron cientos de árboles en el tendido eléctrico y nadie los retiró, anegando el riachuelo y deposito de agua existente. Ahí siguen y nadie hizo nada.
En fin, ahora que algunos partidos se plantean el sentido de las Diputaciones, creo que es un buen momento para tomar las riendas del asunto y ofrecer soluciones inmediatas y satisfactorias para los vecinos afectados por todos estos desastres. Ya pagamos suficientes impuestos como para exigir una administración eficiente.
José Luis García Fernández