Suecia va camino de convertirse en un país sin dinero en efectivo, algo que está generando la preocupación de la población sueca, ya que creen que este sistema podría hacerles más vulnerables al fraude.
Los ciudadanos están comenzando a modificar sus formas de pago y esto no había encontrado oposición, hasta que el pasado febrero el jefe del banco central de Suecia advirtió el peligro.
El gobernador del Riksbank, Stefan Ingves, pidió asegurar el control público sobre el sistema de pagos debido al peligro de que esto corriera a cargo de la banca privada. Argumenta que hacer y recibir pagos es un “bien colectivo” y añadió que “la mayoría de los ciudadanos se sentirían incómodos al entregar estas funciones sociales a empresas privadas. […] Suecia se debilitaría si, en una crisis seria o en una guerra, no hubiésemos decidido de antemano cómo los hogares y las compañías pagarían el combustible, los suministros y otras necesidades”.
Björn Eriksson, líder del grupo Cash Rebellion, o Kontantupproret, ha explicado que “cuando tienes un sistema totalmente digital, no tienes arma para defenderte si alguien lo apaga. […] Ningún otro país siquiera pensaría en tomar este tipo de riesgos, exigiría algún tipo de sistema analógico”. Eriksson lamenta que esta cuestión se decida a través de “cuatro grandes bancos que forman un monopolio en Suecia”.
“Ningún sistema basado en tecnología es invulnerable a problemas técnicos y al fraude”, coincide Mattias Skarec, consultor de seguridad sueco, que además ha señalado posibles problemas con los pagos con tarjeta y con Bank ID, un sistema de autorización digital. “Lo peor es que la infraestructura de TI es sistémicamente vulnerable. Hay muchas personas que saben cómo hackearlas, aunque de momento están en el lado bueno. Lo malo es que no sabemos cómo progresarán las cosas y si será más fácil este tipo de ataques en el futuro”.
Por su parte, Per Ekwall, portavoz de Swish, un sistema de pagos móviles, ha señalado que los bancos “no son más vulnerables que cualquier otro método de pago”. Eso no ha evitado que el resultado de una encuesta realizada el mes pasado mostrase que siete de cada diez suecos quieren mantener el efectivo.