Opinión

Agua

 

[dropcap]C[/dropcap]uenta la leyenda que el vaso situado sobre la fuente siempre mantenía su verticalidad y era sujetado por un magnetismo que le impedía separarse apenas escasos centímetros de su posición original, de ahí que resultara imposible vaciarlo. Se decía que había sido construida con el mismo mágico material con que se forjó Excalibur, la espada que ignoraba toda fuerza humana.

 

Contenía una oscura sustancia viscosa, petrolínea, desagradable al ojo. Tenía fascinados a buena parte de los habitantes de la aldea, a la otra les causaba terror. Les intimidaba la supuesta suerte de conjuros que lo envolvía. Esas cosas de brujas siempre habían generado miedo. Sucede cuando algo escapa a la razón de lo sencillo y lo predecible, a su control.

El venerado anciano que sólo dejaba su cabaña del bosque para acudir al mercado en busca de provisiones era conocido por recriminar vociferando a los frecuentes corrillos de vecinos que perpetraban estrategias para deshacerse de contenido y recipiente, ellos pensaban que lo que no se entiende solo puede traer desgracias, que son elementos malignos.

-¡Insensatos! ¡El vaso no es ningún problema! ¡El contenido no es ningún problema! ¡El problema es vuestro miedo! ¡El problema sois vosotros! solía gritar con evidente irritación y exagerados aspavientos. Era un hombre respetado y nadie le discutía. Solían asentir buscando su dispensa.

La Fiesta de la Primavera era la excusa pagana que reunía a todos los habitantes en la plaza de la aldea. El mercado seguía ofreciendo los finos y ricos productos de siempre pero en esas fechas, además, inundado de coloridas flores, de dulces olores, de vida. Fuentes y riachuelos rebosaban agua pura y fresca procedente de las montañas. La fiesta de la Primavera…

Un niño andaba afanado llenando varias jarras de barro en la fuente. Estaba tan absorto con su cometido que no prestaba ninguna atención a la multitud que caóticamente se movía de un puesto a otro, que gritaba, que reía, que bailaba, que compraba, los carros que iban y venían cargados de grano, de verduras, de telas… Él estaba entregado a su tarea, haciendo acopio de agua sin separar sus ojos del vaso, hasta que una voz a sus espaldas le hizo notar el suelo donde tenía los pies.

Era el anciano del bosque. Sus gritos, los acostumbrados: ¡Insensato! ¡El vaso no es ningún problema! ¡El contenido no es ningún problema! ¡El problema es tu miedo! ¡El problema eres tú!

– Es cierto sabio señor, no tengo ningún problema con el vaso, tampoco con el contenido. No veo ningún problema. No tengo miedo, solo quiero probar una cosa. Sé que todo intento por vaciar el vaso ha fracasado. Han abandonado los fornidos brazos llegados de todos los rincones de la comarca, han desistido las más sabias cabezas. Todos se han rendido. Solo quiero saber cuánto agua debo verter en un recipiente lleno hasta que en ese recipiente solo quede agua – respondió el niño.

Al anciano se le iluminó la mirada y dijo – Por fin alguien entiende la piel del alma.

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