Del puchero al asado de conejo o jabalí. Ese era el recorrido de la alimentación habitual de un hidalgo castellano en la Salamanca del Siglo de Oro (siglos XVI y XVII), pasando por la matanza del cerdo, con algún alto en el bacalao en salazón y la trucha de río.
Una exposición ubicada en la planta baja del Mercado Central muestra esquemáticamente los secretos de la despensa de esa época, como complemento de la muestra sobre la moda del Siglo de Oro que se ha instalado en el Palacio Episcopal.
En ella se pueden ver los trajes comunes del hidalgo y su mujer, y parte del mobiliario de la casa, con la mesa para comer, el escaño y el bargueño.
El puchero de cocido era casi a diario, pero también estaba muy extendido el consumo de embutidos del cerdo, queso y legumbres.
El guiso principal era el puchero, los fritos se hacían con grasa de tocino y manteca (luego se incorporó el aceite) y el asado para las carnes de caza, conejo y jabalí, sobre todo.
La repostería típica salmantina ya despuntaba con elaboraciones de hojaldre (que no fue un invento francés, sino castellano) y la perrunillas.
Cada casa (de las pudientes) se hacía su propio pan.
Las especias llegadas de América, como el pimentón, la canela, el cacao y la vainilla, revolucionaron la cocina y la alimentación, junto con productos como el tomate, la patata y el pimiento.
En esa época las especias tenían un elevado valor. Un kilo de canela equivalía en valor a un kilo de oro.