[dropcap]E[/dropcap]n su existencia de incansable luchadora social no imaginó que algún día tuviera que depender de una máquina para vivir. Elcida Sánchez de Ramón reside en un pueblo llamado Naranjales, al sur del Táchira, estado venezolano fronterizo con Colombia.
Un pueblo que conoce muy bien, pues se cuenta entre sus fundadores. En este particular, recuerda las luchas que como líder social emprendió para que sus vecinos y familiares contaran con acueducto, calles asfaltadas, escuelas y el dispensario médico de la comunidad, entre otros beneficios.
Desde el año 2015, cuando fue diagnosticada con insuficiencia renal crónica, se traslada a la ciudad de San Cristóbal, capital del estado andino, tres veces por semana, para que le sea aplicada la terapia de Diálisis, que le permite limpiar las toxinas de la sangre. “Me operaron de cálculos en los riñones y desde entonces comenzó el karma. Aunque los especialistas vaticinaron que todo iría bien y al principio el tratamiento parecía surtir el efecto esperado, luego la esperanza se desvaneció…Desde entonces dependo de una máquina”, dice.
A eso de las 4:30 de la mañana se levanta. Se baña, se viste y prepara el bolso con sus cosas personales. Desayuna y parte con su esposo en motocicleta. Más de 60 kilómetros por la carretera nacional Troncal Cinco la separan del Centro de Diálisis Los Andes. “Nos vamos en moto porque el pasaje sale muy caro y además hay que pagar en efectivo y es un problema conseguirlo”, comenta, con resignación.
La crisis en materia de salud que afecta al país sudamericano ha puesto en jaque todos los servicios, tanto de urgencias como las consultas y tratamientos, vitales para la subsistencia de los pacientes: las unidades de hemodiálisis no son la excepción.En este particular, muchos centros han reducido su capacidad debido a la escasez de insumos como los filtros dializadores o por presentar deterioros en las máquinas de ósmosis.
Por supuesto, esta coyuntura ensombrece el estado de salud de Elcida Sánchez. “Hace dos años, podíamos recibir las cuatro horas de Diálisis; actualmente, por lo precario del servicio, recibimos entre dos y tres, lo cual es perjudicial para quienes dependemos de este tratamiento para vivir”, subraya, mirándose las manos, que yacen lánguidas sobre su regazo.
Explica, que en las últimas semanas, con la crisis eléctrica que afecta a varios estados venezolanos, entre ellos Táchira, ha empeorado aún más la situación para los pacientes renales. “Durante las últimas semanas, por los cortes de energía eléctrica, en dos oportunidades no pude hacerme la Diálisis, por lo que me hinché toda y me sentí muy mal”.
A pesar de las vicisitudes que afronta, la fe permanece intacta, y se acrecienta con el apoyo de familiares y vecinos, quienes la han acompañado, durante estos años de lucha. “La vida ya no es la misma, sin duda, pero hay que seguir adelante. En estos momentos hemos venido planteando la necesidad de que se abra una unidad de Diálisis en San Rafael de El Piñal, la capital de nuestro municipio, ubicada a diez minutos de casa.
Con ello, los más de 40 pacientes renales del sur del Táchira y de estados vecinos como Barinas y Apure tendríamos un respiro, un alivio que haría más llevadero nuestro tratamiento”, acotó.
De acuerdo con cifras no oficiales, al menos unos diez pacientes renales han fallecido en Venezuela en los últimos dos meses.
Por: Raúl Márquez (Táchira, Venezuela)