Jesús Málaga, presidente del Centro de Estudios Salmantinos, y La Crónica de Salamanca inician una serie sobre monumentos, rincones, rutas y lugares ‘escondidos’ de nuestra ciudad bajo el título de: Salamanca, de la sombra a la luz
Las iglesias de San Sebastián y La Purísima poseen criptas que no se han utilizado nunca. Las de La Purísima estaban diseñadas para albergar las tumbas de Manuel de Zúñiga y Fonseca, VI Conde de Monterrey, y de su esposa, Inés de Velasco y Aragón, pero al sufrir inundaciones y humedades constantemente, debido a que u arroyo subterráneo atraviesa la iglesia, no pudieron tener su última morada allí. Los Condes de Monterrey construyeron el convento de las Agustinas para que su hija Inés Francisca fuera priora en este convento.
Quizá por este motivo, porque estaba allí su hija o porque iba a su último destino, el conde de Monterrey dotó a la Iglesia de La Purísima de grandes y bellas obras de arte. A la Inmaculada Concepción de Rivera, hay que sumarle ‘oficialmente’ desde el mes de febrero, el San Agustín meditando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de Rubens, según la publicación del artículo Revue Belge d’Archeologie et d’Histoire de l’Art, de Díaz Padrón, editada por la Real Academia de Arqueología e Historia del Arte de Bélgica.
Díaz Padrón tiene dos teorías de cómo llegó este cuadro a adornar los muros de la Purísima. Por un lado, la obra pudo llegar en la segunda mitad del siglo XVII, puesto que el benefactor de dicho templo, el VI conde de Monterrey, adquirió la mayoría de las obras durante su estadía en Italia como virrey de Nápoles.
La segunda teoría se sustentaría en que la sucesora en el Condado de Monterrey tuvo por marido a Juan Domingo de Haro, que fue gobernador de los Países Bajos en los años 70 del siglo XVII, explican que «fue éste el que trasladó la obra de Rubens a Salamanca», explica Díaz Padrón.
Díaz Padrón explicó a la agencia Ical que la estética y la calidad del estilo en dicha pintura le llevó ya hace años a cuestionar el origen italiano de la obra, como lo es el del resto de pinturas que acompañan a la Inmaculada Concepción de Ribera en un «conjunto inamovible desde el siglo XVII. Así, con toda la documentación existente de siglos atrás, certifico que el origen del cuadro de San Agustín es flamenco«.
Este hallazgo es muy importante para Salamanca, como lo fue hace 30 años que recibiera el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, por ello, en Salmanaca: de la sombra a la luz, queremos resaltar que hay que cuidar y mimar el gran patrimonio que nos han legado los que pasearon antes por las mismas calles y vieron los mismos templos que nosotros disfrutamos ahora.
Sólo hay que entrar en La Purísima para disfrutar de una estupenda pinacoteca. Además de la Inmaculada Concepción, La Piedad, San Jenaro y San Agustín, de José Rivera o el San Agustín meditando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de Rubens, el templo salmantino alberga a sus lados cuatro pinturas: San José y San Joaquín y Santa Ana probablemente de Covedone, San Juan Bautista en el estilo de Guido Reni. De Giovanni Lanfranco son los lienzos de San Nicolás de Tolentino y la Anunciación. La Virgen del Rosario es de Massimo Stanzione y la Crucifixión de Francesco Bassano. En cuanto a las estatuas orantes de los condes situadas en sendos nichos a ambos lados de la capilla mayor son obra de Giuliano Finelli.
La Cripta de San Sebastián
Por su parte, San Sebastián no tiene esas importantes obras de arte, ni su cripta debía de ser el último destino de unos Grandes de España, pero está ubicada en la Plaza de Anaya y es contigua al Colegio Mayor de San Bartolomé. Además de hacerle frente a la Catedral. No muy lejos, las torres de La Clerecia y desde su entrada se ve la trasera del Edificio Histórico de la Universidad. Por lo que arte, arte, tiene por los cuatro costados.
San Sebastián se levantó también en el siglo XVII y fue diseñada por Alberto de Churriguera, quien también dirigía entonces las obras de la catedral, imprimiéndole tanto exterior como interiormente su estilo y la escultura de San Sebastián se atribuye a otro Churriguera, en este caso a José de Larra de Churriguera.
Documentación:
Instituto Moll. Centro de Investigación de Pintura Flamenca