[dropcap]E[/dropcap]l caso del máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, nos ha dejado paralizados y ha puesto de manifiesto la obsesión desmesurada de muchos políticos por acumular títulos de todo tipo. Si bien es cierto que los títulos académicos se otorgan al conocimiento, también lo es que no garantizan el éxito ni el desarrollo personal integral del individuo.
Es un error muy común en una parte de la clase política pensar que las credenciales universitarias son garantía para ser un buen político u ocupar cargos políticos, cuando en nuestro sistema educativo no se desarrollan las habilidades para ser un buen político y menos como ejercer la política.
Una licenciatura en medicina, física, derecho, etc., por sí sola no proporciona los conocimientos para ejercer la política, sobre todo en principios y valores. Tenemos suficientes ejemplos de muchos políticos que, a pesar de su formación académica, no cumplen con las expectativas, mientras que otros, con un nivel educativo más bajo, a través de su experiencia laboral y sus capacidades personales han sido mucho más eficientes en su labor. Un ejemplo lo tenemos en Suecia uno de los países más avanzados en educación, derechos y tolerancia, donde han elegido a un primer ministro que ejerció su trabajo como soldador. Impensable en nuestro país, donde la acumulación de carreras y de másteres se ha convertido en una carrera sin fondo y donde los enchufes, el amiguismo y el clientelismo valen más que el esfuerzo, la disciplina y el trabajo ético. Ello es consecuencia de estar gobernados por la mediocridad que, a pesar de que sus currículos están llenos de títulos académicos y másteres otorgados en las universidades más prestigiosas del mundo, por cierto puestos en duda en estos momentos, no cumplen con los perfiles éticos requeridos en la política.
En la actualidad el prestigio de la Universidad española no pasa por sus mejores momentos. Su falta de independencia y financiación la está acercando peligrosamente al poder establecido haciendo que en algunos casos destaque más su mercantilización y politización que su calidad
Llama la atención que una parte importante de la clase política y sus de asesores no tenga experiencia laboral más allá de la política, y abusen de su estatus para conseguir títulos y acreditaciones que otros consiguen con esfuerzo personal y económico. Pero también es indecente que haya políticos y responsables universitarios tan mediocres que arrastren la credibilidad de la política y la universidad por los suelos. El daño a la Universidad Rey Juan Carlos está hecho y es obligado depurar responsabilidades seriamente. Afortunadamente, ni todos los políticos ni todas las universidades utilizan estas artimañas.
En la actualidad el prestigio de la Universidad española no pasa por sus mejores momentos. Su falta de independencia y financiación la está acercando peligrosamente al poder establecido haciendo que en algunos casos destaque más su mercantilización y politización que su calidad. El mercadeo con algunos cursos y másteres de rápida consecución y dudosa calidad, ha forjado la imagen de máquinas de sacar dinero a los estudiantes, pero sería injusto juzgar a todas las universidades por igual porque la mayoría han ofrecido y ofrecen formación de calidad.
Respecto de los políticos, a pesar de todos los escándanlos que día a día salen a la luz, creo que la mayoría son decentes y coherentes con independencia del partido al que pertenezcan. Quiero pensar, aunque a veces cueste creerlo, que están en la política para hacer un servicio a la sociedad y no para servirse de ella.
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