En la muerte de un hijo
Abrázame, mi bien, se nos ha muerto
el fruto del amor;
abrázame, el deseo está a cubierto
en surco de dolor.
Sobre la huesa de ese bien perdido
que se fue a todo ir,
la cuna rodará del bien nacido,
del que está por venir.
Trueca en cantar los ayes de tu canto,
la muerte dormirá;
rima en endecha tu tez quebranto,
la vida tornará.
Lava el sudario y dale sahumerio,
pañal de sacrificio,
pasará de un misterio a otro misterio,
llenando santo oficio.
Que no sean lamentos del pasado,
del porvenir conjuro,
brizen, más bien, su sueño sosegado
hosanas al futuro.
Cuando al ponerse el sol te enlute el cielo
con sangriento arrebol
piensa que habrá dejado oscuro y frio
algún rincón de amor.
Es la rueda: día, noche; estío, invierno;
la rueda: vida, muerte…
sin cesar así rueda, en curso eterno,
¡tragedia de la suerte!
Esperando el final de la partida,
damos pasto al anhelo,
con cantos a la muerte henchir la vida,
tal es nuestro consuelo.
Poema, 1907
Desde el Alto soto de torres, por la Asociación Amigos de Unamuno