El denominado EnerbioScrub ha trabajado durante los últimos tres años y medio en las provincias de Ávila, Soria, León y Zamora, y también en Galicia
S.Gallo/ ICAL. Con la temporada de riesgo elevado de incendios recién inaugurada, el fuego se convierte en una preocupación creciente cada año y en el foco de muchas miradas en busca de soluciones que permitan atajarlo y reducirlo.
El proyecto europeo EnerbioScrub, que se ha desarrollado en diferentes puntos de la geografía autonómica, ha estudiado el impacto que el desbroce puede tener sobre el suelo, así como los efectos en la biodiversidad y en la reducción del riesgo de incendios, y ha concluido que este puede disminuir entre un 70 y un 80 por ciento en los dos primeros años de desbroces.
Esta efectividad es posible alcanzarla atendiendo a una serie de parámetros favorables, como podría ser la longitud en llama, la velocidad de propagación y el calor por unidad de área, aspectos que resultan «muy técnicos» pero que sumados todos ellos podrían favorecer la reducción «muchísimo» del riesgo de incendios.
El proyecto, que dio sus primeros pasos en 2014, ha estado enfocado al uso de diferentes tipos de tecnología y maquinaria para acometer desbroces y aprovechar la biomasa, aminorando los efectos asociados al cambio climático y el riesgo de incendios mediante el aprovechamiento energético de masas de alta inflamabilidad.
Castilla y León es una zona que cuenta con abundancia de brezales, jarales o escobas en sus montes, que se dejaban en el propio terreno después de su desbroce, algo que ahora está cambiando y se está destinando a biomasa.
Los recursos de biomasa se han transformado en pellets o en astillas para calderas, y se han llevado a cabo ensayos, no solo de campo, sino sobre la manera de sacar y transportar los materiales a las zonas de utilización. El programa ha recurrido a cuatro lugares con diferentes aplicaciones de biomasa y capacidades para el suministro y uso de biocombustibles: una fábrica de pellets en Galicia, una planta de bioelectricidad en Garray (Soria), y dos redes de calefacción en Fabero (León) y Las Navas del Marqués (Soria).
La casuística es «diferente» en cada zona, pero mayoritariamente se ha trabajado en pastizales, al ser zonas «muy representativas de distintas especies». Mientras que en Ávila proliferan diferentes variedades de escobas, en Soria hay mucha jara o estepa, en Fabero (León) y en Zamora hay mucho brezo. Son los matorrales «representativos», además del tojo en Galicia, y que se estimó que eran los matorrales «más potentes» atendiendo a la cantidad de biomasa por hectárea.
El científico titular del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), Luis Saúl Esteban, explicó a Ical que no se desbroza todo, sino que se desarrollan «mosaicos de vegetación» que resultan «muy apropiados» para la fauna, además de que se trata de una actuación en la que el riesgo de incendios «se reduce muchísimo». De la misma manera, se regenera el pastizal sin necesidad de tener que quemar el suelo, y es posible la obtención de biomasa que después de utiliza como combustible renovable.
«Si un matorral tiene mucha carga de biomasa, es muy combustible, porque son especies con mucho poder calorífico, cuando transformas una superficie con más herbáceas que otra cosa, los dos primeros años se reduce muchísimo (el riesgo de incendios), dependiendo del modelo de combustible», incidió Esteban. El seguimiento se ha desarrollado durante los tres años posteriores a los desbroces, el matorral «se regenera» y es posible asegurar que, dependiendo de las especies «en diez o 15 años se puede volver a desbrozar para utilizarlos otra vez» como biomasa.
Hectáreas desbrozadas
El proyecto ha desbrozado un total de 137 hectáreas y se han recolectado 1.629 toneladas de biomasa en verde. En Las Navas del Marqués (Ávila) se cosecharon once hectáreas entre diciembre de 2014 y enero de 2015, mediante el sistema de ‘desbrozador-empacador’, lo que permitió la obtención de 137 toneladas de pacas de biomasa de matorral; en Fabero (León) y en Figueruela (Zamora) se cosecharon once hectáreas en la primavera de 2015 mediante el sistema de ‘desbrozador-triturador’ para la obtención de 241 toneladas de astillas de matorral.
Matorral inflamable
Las especies más relevantes se localizan en los seriales, que se presentan en zonas que han sido pastizales y se han abandonado, o zonas de monte que se han quemado y donde no han vuelto a salir árboles. Mayoritariamente se trata de jaras, las leguminosas, que pueden ser escobas de varios tipos, o el tojo, que se localiza de forma especial en Galicia.
«Son tipos de matorral que suelen ser bastante densos, invaden muchas zonas que eran antiguos cultivos que se han ido abandonando y el tapiz herbáceo se va colonizando con estas especies», que pueden alcanzar alturas de entre uno y tres metros, además de que llevan «una carga importante de combustible», que crece a medida que tienen mayor altura y son más viejos. «En esos casos, los incendios son pavorosos», explicó Esteban.
Zonas amenazadas
Algunas de las zonas en las que ha trabajado este proyecto EnerbioScrub, son precisamente unas de las más «complicadas» en materia de incendios forestales en España. Esteban recuerda que tanto la comarca del Bierzo o la zona de la sierra de La Culebra, en Zamora, han sido lugares que han sido «muy cultivados», y además son adecuados para la mecanización porque «tienen poca piedra en el suelo».
Después de haber sido muy trabajadas, y si se dejan de cultivar desde hace años, se ven «colonizadas» de matorral. «Hay hectáreas continuas de matorral, los animales no pueden casi ni comer ni pastar, de ahí la recurrencia del incendio, porque es lo más fácil para que eso vuelva a ser pasto de manera temporal, además de que es lo más barato, pero las consecuencias son caras» porque el fuego «se acaba metiendo en zonas arboladas, protegidas y se va de las manos», añadió Esteban.
De la misma manera, el fuego «empobrece el suelo» y elimina las semillas, de forma que el suelo «se va haciendo más pobre» y deja paso a zonas «casi desérticas». «Hay muchos brezales de la zona del Bierzo que tienen el suelo tan esquelético que ni el brezo crece siquiera, se queda pequeñito y prieto y son zonas complicadas de creación de incendios», añadió Esteban.
A ello hay que sumar las emisiones que genera el fuego. «Con un solo incendio de 200 o 300 hectáreas, se emite a la atmosfera contaminantes en mucha más cantidad que todas las calderas de España juntas, y eso no se valora», concluyó.