[dropcap]S[/dropcap]eguimos hoy con el tema de los tratados entre España y Portugal en el siglo XV, que tanta importancia tuvieron para los grandes descubrimientos geográficos y la conquista del Nuevo Mundo. Retornamos a la segunda parte del artículo en curso, y nos referimos a Tordesillas y su trama, de la que hay mucho que aprender para el mundo de ahora, como puso de relieve el Prof. Graham Allison, de Harvard, al preconizar ese tratado ibérico como una referencia importante para que China y EE.UU. negocien el futuro.
TRATADO DE TORDESILLAS
Hemos visto como con el Tratado de Alcaçovas en la mano, el descubrimiento de las Américas creó un fuerte conflicto potencial entre España y Portugal en 1492, lo que llevaría en pocos meses al Tratado de Tordesillas, según pasamos a explicar.
La primera expedición de Colón emprendió el regreso desde La Española el 16 de enero de 1493 y en su curso, una tormenta separó las dos naves. La Pinta, al mando de Pinzón, llegó a Bayona (Galicia) a finales de febrero de 1493 e inmediatamente se anunció a Isabel y Fernando el descubrimiento. ?Entre tanto, la Niña, en la que viajaba Colón, hizo escala (deseada o no, se discute) el 17 de febrero en la isla portuguesa de Santa María, en las Azores. Y el 4 de marzo, el Almirante recaló en Lisboa.
Allí, Colón se entrevistó con su antiguo conocido y presunto asociable, el rey Juan II y le puso al corriente de sus descubrimientos. De modo que el monarca portugués reclamó la pertenencia de las nuevas tierras alegando sus derechos derivados en función del Tratado de Alcáçovas, algo que los RR.CC. ya tenían previsto, aunque su interpretación del Tratado de Alcaçovas era, lógicamente, más favorable a Castilla, pues según ellos, el referido acuerdo solo se ocupaba de la Mar de África, es decir, la parte del Océano entonces navegada por Castilla y Portugal, adyacente al continente africano.?
Precisamente la tesis castellana podría ser la explicación de que Isabel y Fernando tardaran tanto tiempo (desde 1498 a 1492) en autorizar la expedición de Colón. Dicho de otra forma, tal demora fue por la inseguridad jurídica, no por razones de la guerra de Granada ni por motivos náuticos, ni económicos. Isabel y Fernando eran bien conscientes de que las tierras que Colón quería descubrir pertenecían en estricto derecho a Portugal, y capitularon en Colón solo tras asegurarse de que el Papa Alejandro VI favorecería a Castilla en la disputa que inevitablemente iba a surgir. ?
En la Corte de los RR.CC., ante el peligro a que Juan II de Portugal entrara en contacto con el Papa invocando Alcaçovas, Fernando e Isabel se dirigen a Roma, ya se ha dicho, a Alejandro VI, el Papa Borgia, español, de la familia Borja, aragonés de Valencia y nativo de Játiva, y que había subido a la silla de San Pedro en agosto de 1492, en el momento preciso en que Cristóbal Colón partía su descubierta desde Palos de Moguer.
Los Borja, que italianizaron su nombre en Borgia, eran fieles apoyos de la casa real aragonesa y ya habían tenido otro papa en Roma, Alonso de Borja, obispo de Valencia, convertido en sumo pontífice bajo el nombre de Calixto III (1455-1458). De Alejandro VI, se recuerda su vida de desenfreno, sus numerosos hijos, entre los cuales estaban los famosos César y Lucrecia.
A pesar de los presuntos derechos de Portugal, por las tratativas mencionadas de los RR.CC. en Roma, el Papa regaló de iure las Indias a los monarcas de Castilla, para que éstos administraran directamente los negocios de la Iglesia en el Nuevo Mundo al otro lado del Atlántico. Concretamente, Alejandro VI firmaría para ello la célebre bula Inter caetera.
Lo hizo el 3 de mayo de 1493, es decir, menos de dos meses después del regreso del Almirante a Europa, lo que da idea de que, en principio, Isabel y Fernando tenían bien controlado el tema. Sin embargo para el Papa, tal decisión contra el Tratado de Alcaçovas revalidado por Roma, resultaba más que inadecuada: Alejandro VI no podía contradecir a su predecesor Sixto IV, que ratificó una clara donación a Portugal en Alcaçovas. Como tampoco podía desentenderse de Isabel y Fernando, que ya eran dos triunfantes cruzados del catolicismo universal y valga la redundancia.
Así las cosas, dado que la bula Inter caetera, como era de esperar, provocó la ira de Juan II de Portugal, Alejandro VI hubo de revisar su actitud y en poco tiempo, junio de 1493, volvió a redactar su bula, para que, con el mismo nombre y la misma fecha (4 de mayo), dar un trato diferente al tema: la demarcación de una línea norte-sur “la cual línea diste de cualquiera de las islas que se llaman vulgarmente de Cabo Verde, cien leguas hacia occidente”.
Esa segunda bula Inter caetera instauró, pues, un verdadero reparto del mundo entre portugueses y españoles por, aproximadamente el meridiano, actualizando, de 38º de longitud. Todo al oeste de esa línea fue otorgado a España y lo situado al Este a Portugal. El recorte atribuyó así prácticamente toda América a los Reyes Católicos, excepto una porción del Brasil actual, hasta, en términos actuales, la línea Belem do Para/Sao Paulo y la costa atlántica.
Pero la segunda bula papal tampoco gustó a los portugueses -que debían saber algo sobre el perfil real de lo que hoy es Sudamérica-, y por ello se negoció el Tratado de Tordesillas, que se firmó el 7 de junio de 1494,? por los representantes de Isabel y Fernando, por una parte, y los de Juan II de Portugal, por la otra, en la ciudad vallisoletana citada. De manera que en virtud del acuerdo, se estableció un reparto de las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo, con la línea de demarcación situada 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.
En la práctica este tratado garantizaba a los lusos que los españoles no interferirían con Portugal en su ruta del cabo de Buena Esperanza y el Océano Índico hasta las Molucas. Y viceversa, los portugueses no lo harían en las recientemente descubiertas Antillas, y lo que hubiera al oeste de la línea de demarcación: las Américas y el Pacífico desde la costa americana, se suponía vagamente que hasta las Molucas.
Las partes se comprometieron a no enviar expediciones hacia la jurisdicción de la otra, y a los barcos españoles se le reconoció la libre navegación por las aguas del lado portugués del Atlántico para viajar a América, pero no por el Índico.
En su monumental Historia de España Ramón Menéndez Pidal calificó el Tratado de Tordesillas como el primer acuerdo moderno de la historia europea pues, por primera vez, al lado de los diplomáticos que llevaban las conversaciones había dos grupos de expertos (españoles y portugueses) que asesoraban técnicamente a los primeros.
Las líneas de demarcación
El Tratado de Tordesillas sólo especificaba la línea de demarcación como una raya derecha de polo a polo a 370 leguas derechas al poniente de las islas de Cabo Verde. No especificaba la línea en grados de meridiano, ni cuantas leguas entraban en un grado, ni identificaba la isla de Cabo Verde desde la que debían contarse las 370 leguas.? El tratado declaraba que esas materias serían establecidas por una expedición conjunta que nunca se llevó a cabo.
Además, el Tratado de Tordesillas no señalaba una línea como círculo total meridiano: solo una recta desde el polo norte al polo sur en el Atlántico. No se conocía entonces el concepto de antípoda -aún había muchos que pensaban que la Tierra era plana-, ni de hemisferio contrario. Sería con el Tratado de Zaragoza, firmado el 22 de abril de 1529 entre España y Portugal, reinando Carlos I y Juan III respectivamente, cuando se fijaron las esferas de influencia de Portugal y España a 297,5 leguas al este de las islas Molucas. Esa línea de demarcación se encontraba cerca de lo que está actualmente el meridiano 135°O.
Aunque las imprecisiones del meridiano y el antemeridiano de Tordesillas eran gran parte debidas a la dificultad existente en el siglo XV para la determinación de la longitud, los portugueses transgredieron con creces las fronteras que les señalaba la línea de Tordesillas en el Atlántico; justificando su actitud en la dificultad para fijar las longitudes (ubicación de los meridianos) debido a la imprecisión de los instrumentos de la época.
Estas dificultades hicieron que en diversos mapas portugueses la boca del Río de la Plata e incluso del estrecho de Magallanes aparecían como situadas al este de la línea de Tordesillas, es decir, como territorios del Brasil. Adicionalmente, los mapas se falsificaban corriendo la línea de demarcación hacia el Este, para incluirla en la zona portuguesa, como pudo haber ocurrido en el Planisferio de Caverio dibujado entre 1504-1505.
Más allá de Tordesillas
Adicionalmente, durante sesenta años (1580/1640) el tratado dejó de tener todo su primigenio sentido legal para los portugueses, que se aprovecharon de que entre 1580 y 1640 España y Portugal tuvieron un mismo monarca español, en una unión dinástica bajo la Casa de Austria, con Felipe II, III y IV, que en Portugal fueron Felipe I, II y III. Y esos reyes españoles y lusos a la vez, otorgaron a exploradores portugueses (bandeirantes) capitanías y concesiones en la cuenca amazónica, de modo que los comerciantes y colonos portugueses pudieran establecerse, sin más preocupaciones, más allá del meridiano de Tordesillas, penetrando profundamente en la selva brasileña del Amazonas, a pesar de que éste inicialmente debía ser español por la exploración de Orellana. Luego, cuando en 1640 se produjo la independencia de Portugal, los lusos retuvieron las posesiones adquiridas hasta entonces mucho más al oeste de la demarcación, en virtud del aforismo jurídico uti possidetis ite possideatis (como poseéis de acuerdo al derecho, así poseeréis).
El Tratado de Madrid de 1750, suscrito entre España y Portugal, anuló el de Tordesillas y cualquier otro complementario (los acuerdos de límites intermedios). Sin embargo, ese Tratado de Madrid fue anulado a su vez por el Tratado de El Pardo de 1761, que restableció la línea de Tordesillas hasta que fue abandonada definitivamente por el Tratado de San Ildefonso del 1 de octubre de 1777, por el que los portugueses cedieron a España territorios del Golfo de Guinea (la isla de Fernando Poo, ahora Bioko, y el territorio de Río Muni, además de las Islas de Elobey, grande y chica, Annobón y Corisco). Una entrega así iba por entero en contra de los propósitos originarios de Tordesillas.
Terminamos así el artículo sobre las negociaciones ibéricas, que diseñaron un mapa de futuro.
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