Opinión

Un Plan Marshall para África (y II)

  1. LA DINÁMICA DE UN VERDADERO PLAN MARSHALL

Tras examinar iniciativas como la de la UE y la del BAfD, será bueno recordar que el sistema Plan Marshall (SPM) originario -1948-1952, EE.UU./Europa Occidental- tuvo una dinámica de funcionamiento sencilla y de gran eficacia.

El SPM fue convenido en la Conferencia de París de 1947, de aceptación de la ayuda de EE.UU. por toda Europa Occidental (y rechazada por la URSS y los países de su órbita). En aquella ocasión, se crearon dos entidades: del lado norteamericano, la Economic Cooperation Administration, ECA, que fijó su ubicación funcional en Washington DC; y de este lado del Atlántico, nació la Organización Europea de Cooperación Económica, OECE, que estableció su sede en París (luego transformada, en 1962, en OCDE).

En principio, la OECE coordinó los proyectos a desarrollar por entidades europeas, públicas o privadas, valorándolos, y sometiendo a criterios de rentabilidad pública, para presentarlos en debida forma ante la ECA.

Una vez aprobado el proyecto, la propia ECA buscaba en el sistema productivo norteamericano la entidad o entidades que podrían suministrar el equipo u otros bienes materiales, para ofrecérselos y entregárselos al peticionario europeo en cuestión. Y hecha la valoración de esos medios, el adquirente nacional europeo pagaba el importe en moneda nacional a la Administración de su propio Estado. Y éste, por la vía de la OECE, proponía a la ECA el pago de la valoración hecha a los suministrarlos USA, en dólares.

A continuación, de la cantidad abonada en moneda nacional por el peticionario europeo, se entregaba por la ECA un 90 por 100 al Estado europeo en cuestión, y el 10 restante quedaba para la propia ECA, que utilizaba esa moneda local para operaciones concretas del gobierno de EEUU en el país europeo de que se tratara. Con el 90 por 100 cedido al Estado europeo, éste podía promover diversidad de operaciones: mejorar carreteras, ayuda a la agricultura (ordenación del territorio y concentración parcelaria), mejoras de infraestructuras urbanas, etc. Ese mismo sistema cabe adecuarlo al caso de África para que el sistema sea sólido, y al tiempo atractivo para los países africanos, que verían ampliados sus presupuestos, con lo que podrían inducir más desarrollo.

A la postre, todo el proceso se financiaba por el Gobierno Federal de EE.UU., con fondos presupuestarios, que en el periodo 1948/52 (en total 22.000 millones de dólares), representó, como ya se ha dicho, un total del 1,45 por 100 del PIB de la Unión entre 1948 y 1952. Cifra que es toda una referencia para la UE de hoy.

  1. EL SPM PARA ÁFRICA: EL FUNCIONAMIENTO DE PROAF

Para apreciar el mecanismo a seguir, en el caso que nos ocupa, la UE designaría un ente similar a la ECA del Plan Marshall, que sería la Agencia Euro-PROAF (Programa del Progreso Euro-Africano). Y en el caso de África, habría que pensar en una Agencia Afro-PROAF, dentro de la Organización para la Unidad Africana (OUA), o en la Comunidad Económica Africana.

Aprobado por las dos agencias cualquier proyecto concreto, se desarrollaría bajo la supervisión de las dos agencias. Y en caso de no verse viable durante el curso de su ejecución o en los siguientes tres años de su puesta en marcha, las dos agencias tutelarían su reacondicionamiento, previendo nuevos promotores en caso necesario.

Entrando ahora en algunos números concretos, si la ayuda Marshall a Europa fue del 1,4 por 100 del PIB de EE.UU. entre 1948/52, aplicando ese mismo porcentaje, y teniendo en cuenta que el PIB global de la UE es de 16 billones de euros, resultaría:

16 billones x 1,4 % = 224.000 millones de euros

Lo que parece una cifra imposible de cubrir con proyectos durante un periodo de cuatro años, a diferencia de lo que sucedió en Europa entre 1948 y 1952. Por ello, pensando en que, además, comparativamente en la segunda década del siglo XXI África está menos desarrollada industrialmente de lo que Europa occidental estaba comparativamente respecto a EE.UU. en 1948, habría que pensar en una cifra menor, posible de asimilar por el continente africano de nuestro tiempo.

Por otro lado, en la misma clase de comparación, África tiene hoy un PIB global frente a la UE, mucho menor del que Europa lucía en 1948 respecto a EE.UU.; obviamente, con una renta per cápita mucho más baja de la que también comparativamente tenía Europa Occidental frente a EE.UU. en el año indicado.

Habría, pues, que alargar el periodo de ayuda a África, por comparación con el Plan Marshall, de cuatro a diez años, esto es, en un esfuerzo más sostenido en el tiempo. Y los 224.000 millones de euros antes citados habría que ajustarlos a las posibilidades de financiación de Europa y a las capacidades de absorción de infraestructuras por África. En ese sentido, cabe pensar, inicialmente, en una ayuda del 1,4 por 100 del PIB de la UE, distribuida en los diez años previstos, según la serie:

Año M€ Año M€
2019 20.000 2024 21.440
2020 20.280 2025 21.740
2021 20.564 2026 22.044
2022 20.852 2027 22.353
2023 21.144 2028 22.666
TOTAL 213.082

Sobre la cifra total de 213.082 millones de euros –que se habrá percibido es muy próxima a la cabalística de 224.000 millones de euros del 1,4 por 100 del PIB de la UE al comienzo de los diez años—, cabe hacer una serie de observaciones macroeconómicas; que podrán concretarse más adelante: calcular el efecto del multiplicador de inversión en África –tratado en la primera parte de este trabajo— y del efecto acelerador del consumo, mecanismo también keynesiano, sobre la renta global africana. Ese efecto habría de estimarse debidamente ex ante y a lo largo de todo el decenio de desarrollo real del gran impulso euroafricano.

Ya se dijo antes, que dentro del PROAF, en analogía al Plan Marshall de 1948, habría que hacerse la transferencia del 90 por 100 de todo el Fondo; en moneda nacional, a cada uno de los Estados africanos solicitantes de proyectos. Naturalmente, esa parte del Programa tendría que ser debidamente regulada y supervisada, lo que todavía no hacemos aquí.

  1. EL FONDO PROAF

Naturalmente, como en el caso EE.UU/Europa Occidental, para la financiación por parte de la Unión Europea, tendría que configurarse un Fondo Especial, de todos los Estados de la Unión; a distribuir en cuotas nacionales, conforme a unos ciertos criterios; a traducir en porcentajes de población/renta y otras variables más, si así se acuerda.

Configuración del Fondo

Desde luego, no se ocultan las dificultades que habría para cubrir ese Fondo, cuando los ciudadanos contribuyentes de la UE ya consideran que son montos muy elevados los que soportan: habría fuerte oposición a la creación de ese Fondo pro-África, PROAF, por lo que éste pudiera significar de aumento de la presión fiscal en cada uno de los 27 países de la UE.

Pero también habría muchas posibilidades de defender el SPM europeo para África. No sólo como un gran esfuerzo solidario del Norte en pro del Sur, en el mismo hemisferio, sino también como un gran negocio para los propios eurocomunitarios tras un cierto tiempo; por lo que supondría un continente africano con mucha mayor demanda para productos y tecnología de la UE. Lo mismo que le sucedió a EE.UU. en la década de 1950 con el Plan Marshall.

La magnitud de demanda africana esperable también sería posible de medir ex ante. Y desde luego, sería mucho mejor crear un nuevo fondo europeo que no poner en marcha un impuesto finalista que tal vez haría muy impopular el total designio aquí planteado. Y globalmente, el futuro euro-africano será mejor con una operación así; ante el crecimiento demográfico de África que multiplicará la población africana de 1.100 a 3.800 millones de aquí a 2100, esto es, en casi 3,5 veces en sólo 85 años.

Mecanismo financiero

Es en este momento cuando cabe buscar y encontrar una solución financiera mucho más adecuada que la extracción de recursos fiscales para el Fondo PROAF con el esfuerzo fiscal de los eurociudadanos, que todavía se hallan en tiempos de crisis.

Cabe pensar en una fórmula nueva de financiación, con una figura financiera que aún no se ha aplicado en la UE, pero que, en principio, disfruta de un gran apoyo general: los eurobonos, que la UE podría emitir para ir financiando toda la ayuda a África que ya hemos cifrado anteriormente. Aunque podrían ser aumentadas si efectivamente la propuesta del presidente Macron de Francia incidiera en la UE, en el sentido de un presupuesto global de la propia Unión. De modo que el proyecto que nos ocupa podría ser también financiado, al menos en parte, desde el planteado presupuesto global. Como de facto ocurrió en EE.UU., y también porque al final incluso las emisiones de bonos tienen que ser redimidas vía presupuestaria.

Es una ocasión única para ese tipo de financiación con emisiones UE a treinta años: un producto financiero muy demandado en los mercados de capitales de todo el mundo, con un tipo de interés que seguramente se quedaría por debajo del 1,5 por 100. Que es el tipo aplicado, a 30 años, por el MEDE para los fondos de rescate de la UE a ciertos de sus Estados miembros, con recursos que en total han sido más de medio billón de euros, para Grecia, Portugal, Irlanda y Chipre, y parcialmente España (sólo la banca). Los cálculos financieros demostrarían que una financiación así resultaría más que soportable para la UE y extremadamente beneficiosa para África.

Naturalmente, cabe la posibilidad de que la cantidad necesaria de 20.000 millones de euros en su anualidad de arranque de la serie de diez años resulte muy inferior a lo demandado por África. En ese sentido, habría que estudiar una ampliación (una especie de greenshoe) sobre el propio modelo, habida cuenta de que la financiación no supone un techo rígido inamovible.

En cuanto a la distribución de proyectos a realizar por tipos de demanda (las diferentes clases de infraestructuras), países demandantes de África, en principio habría que estar al principio general de que cada proyecto tiene que ser objeto de una licitación concreta entre los países financiadores. En la que se determinará el precio y la tecnología a emplear, favoreciendo siempre la sostenibilidad en función del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Acuerdo de París de 2015.

Los recursos para los proyectos aprobados deberían fluir a través del ya aludido Fondo PROAF de la UE, análogo al FEDER a escala UE, bajo control de la Comisión Europea; y en su caso con la cooperación del BEI, y otras entidades de la Unión. Por su parte, los Estados africanos correspondientes se beneficiarían de unos recursos en moneda nacional, importantes (el 90 por 100, ya lo vimos) para mejorar muchos aspectos de las infraestructuras y los servicios públicos, que en tan alto grado necesitan.

Naturalmente, la atmósfera de todo el sistema PROAF tendría que ser de carácter empresarial, huyendo de burocracias estatales y buscando siempre el máximo de honestidad, de eficacia (hacer las cosas) y de eficiencia (hacerlas bien).

  1. UN PROGRAMA CONTRACTUAL

Un plan como el de EE.UU. para Europa Occidental en 1947/48 es irrepetible, por la diferencia del entorno de dos épocas, y también por lo distinto de los países europeos y africanos. Pero lo esencial se lograría: un desarrollo más rápido de África, de mayor calidad, sólo posible con un mecanismo de proyectos concretos de rentabilidad económica, evitando el mal funcionamiento que en general ha tenido la ayuda oficial al desarrollo (AOD). En ese sentido, debe subrayarse que la experiencia de la CE/UE de los Fondos FEDER y otros, en la movilización de recursos para infraestructuras, ha sido altamente beneficiosa para todos; como se vio, por ejemplo, en el caso de España, que podría ser tomado como uno de los de referencia.

Para terminar: el autor del presente estudio es consciente de que una iniciativa como la que aquí se plantea no es toda una novedad. Si bien quiere recalcar que la primera propuesta de este tipo data de por lo menos del año 2000 o antes, cuando nadie se refería al asunto que nos ocupa.

Y a efectos de posible discusión futura, informamos a los lectores que el texto de las dos entregas de este artículo se enviarán a la Sra. Moghuerini, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos exteriores y Política de Seguridad, con la propuesta de que eleve al Consejo y a la Comisión estas ideas por si sirven para que un día tengamos un verdadero Plan Marshall para África

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