[dropcap]J[/dropcap]ulio Llamazares acusa a la Iglesia de convertir las seos en “vacas de ordeño para obtener dinero” y estar “de espaldas a la sociedad”, cuando se crearon como “espacio de encuentro”
Juan López/ ICAL. El escritor leonés publica en septiembre Las rosas del sur, el segundo volumen de un recorrido y viaje literario por España a través de sus catedrales y que inició hace 17 años. Fue en 2008 cuando vio la luz el primer tomo, Las rosas del piedra, en el que el autor se centró en todas aquellas seos de la mitad norte de España, y entre las que se encontraban las de Castilla y León.
A pocas semanas de arrancar la promoción de esta segunda parte, Llamazares recibe a Ical para ahondar en el papel de la catedral en España: «Si las sabes mirar y deshojar como una rosa de piedra, entiendes mucho de la sociedad española que las creó entonces y que las ha mantenido; y como han ido evolucionando a través del tiempo, no solo las catedrales, sino también las poblaciones en que se sitúan. Es un viaje por España a través de esas catedrales».
En realidad, el libro es una suma de cuatro pasiones: «el viaje, la literatura que va asociada, las catedrales y España». «Es un recorrido por el país a través de esa red de cajas negras que son las catedrales«, espeta. Con su barba blanca y una posición dominada por el juego de manos, Llamazares alude a la satisfacción de haber podido «conocer estos edificios más o menos, de mirar España, porque observando con atención las catedrales se da uno cuenta de que no son solo un placer estético, de riqueza y belleza, sino que se puede conocer la Historia del país».
Desde indagar en la sociedad medieval o románica que construyó estos edificios, hasta saber más sobre la Guerra de la Independencia y la expansión de Napoleón o de la Guerra Civil. «Se sabe bien las que estaban en zona republicana y fueron desmanteladas y saqueadas, y las de áreas franquistas«, relata el escritor, quien a la espera de dar un nuevo sorbo a su descafeinado y con la blanca luz del pasillo de su domicilio reflejada sobre su cara, recuerda que ya han pasado diez años desde que Alfaguara publicara la primera parte de un proyecto en el que ha trabajado tantos años.
En resumen, más de 1.200 páginas en dos tomos, «en un proyecto muy ambicioso» que se concreta en un viaje que emprendió en 2001 en Santiago de Compostela y acaba de terminar en marzo en La Laguna (Tenerife).
«Es un salto de catedral en catedral», esgrime un aventurero como Llamazares, autor de libros como Luna de lobos (1985) o El río del olvido (1990). Realmente, Las rosas de piedra iba a ser el título de toda una única obra que englobaría a las 75 catedrales reales que existen en España, según la terminología eclesiástica, «que es donde tiene su cátedra el obispo», pues ‘cátedra’ significa en griego ‘silla puesta en alto’. Pero Llamazares, en un intento de evitar el olvido de otras cinco seos, sumó las catedrales viejas de Plasencia, Salamanca, Vitoria y Lérida y la excatedral románica de La Roda de Isábena (Huesca), que es «preciosa».
Incluso serían 81, porque narra también el viaje a un edificio pintoresco en Mejorada del Campo (Madrid), construido «con sus propias manos» por un personaje «quijotesco», que es del tamaño de la de Valladolid, y solo hecha con materiales de derribo y deshecho. «La incluyo como algo anecdótico», matiza.
¿Catedrales o iglesias?
Tanto el volumen presentado hace diez años como el que verá la luz en septiembre intentar diferencial entre iglesias y catedrales. «La gente tiende a confundir y pensar que una iglesia grande, como las que hay en pueblos de Palencia y Valladolid, son también catedrales. Eso no es así. Hay iglesias muy pequeñas», sostiene. Reitera sobre este punto la románica de La Roda de Isábena, el pueblo menos habitado con una catedral, aunque más bien ya excatredral.
Además, comenta Llamazares que en España hay más catedrales que diócesis porque algunas tienen dos, como Jaén y Baeza, o La Rioja, que tiene Calahorra y Santo Domingo de la Calzada. Además, están las ciudades con seos nuevas y viejas, como ocurre en Salamanca, donde construyeron la más reciente con idea de derruir la antigua, pero «como tardaron 300 años, dejaron la otra para el culto mientras tanto, y cuando la terminaron, se puso de nuevo en valor el románico, que antes les parecía oscuro y pobre».
Catedrales de Castilla y León
En su opinión, Castilla y León es una de las «cunas» de la catedrales españolas y los «estandartes patrimoniales del país». Por ello, destaca iniciativas como Las Edades del Hombre, un proyecto que «es de lo poco bueno que se ha hecho a nivel patrimonial en las catedrales» para poner en valor edificios «que cuesta mucho mantener».
En este sentido, incide en que la Comunidad tiene gran parte del porcentaje patrimonial de España y considera que «la principal fuente de riqueza podría ser lo que ahora requiere tantas inversiones para mantenerlo»: «Castilla y León debería mirar su patrimonio como principal fuente de riqueza y no como servidumbre que hay que mantener».
El riesgo de morir de éxito
Aun a sabiendas de que a la Iglesia «no le gusta escucharlo», como él mismo reconoce, Llamazares achaca a los «obispos y los cabildos» que las catedrales «hoy estén muertas, porque las han convertido en museos que buscan el lucro contante y sonante, sin comunicación con la vida real». «Ahora son vacas de ordeño que hay que exprimir para obtener dinero. Con lo cual las han matado, porque el sentido de una catedral, además del religioso, es de encuentro, de disfrute…», lamenta.
De hecho, recuerda que históricamente las naves laterales y la girola se llama «deambulatorio», porque la gente «entraba y salía si llovía, había conciertos, culto y estaban vivas. Ahora son museos para turistas»; y es una «vergüenza que una familia de cuatro personas pague en León 30 euros por ver la catedral».
Precisamente, en León se da la «paradoja» de que la seo la visita «cualquiera menos los leoneses, porque nadie va a pagar». Al final las han convertido en «museos cerrados solo para turistas y han perdido todo el sentido». «La gente ha vuelto la espalda a las catedrales, los edificios más grandiosos y ricos que tienen las ciudades europeas y españolas, y que fueron hechas por la gente, no por los cabildos», critica.
Y en esta reprobación a cúpula eclesiástica no se salva Castilla y León, entre las que hay «cuatro o cinco de las mayores y espectaculares catedrales que deberían ser el estandarte, pero tendrían que abrirlas a la gente y no convertirlas en lugares de ordeño».
A su juicio, el «error histórico» de convertirlas en museos puede ocasionar la pérdida de los valores y principios con los que surgieron: espacios religiosos en los que se desplegó todo el «arte, arquitectura, belleza, leyenda, mitología, leyendas y curiosidades». «En el momento en que no haya gente que entre y salga y nadie se ocupe de recibir a los demás, se convierten en museo de personas con chaqueta y autómatas con audioguía. Nadie habla ya en las catedrales. Podrían dejar de ser los lugares en los que se articula la vida de la ciudad».