Los estudiantes ya no se conforman con los pisos más baratos. Se han cansado de pagar en torno a 200 euros por persona para vivir en un apartamento cuyos muebles fueron adquiridos en la época en que se casaron sus abuelos y no han sido renovados desde entonces. Los deprimentes papeles pintados de flores, las lámparas de cordel o los sofás que resultan más incómodos que el propio suelo pasaron a la historia.
El hogar forma parte fundamental de nuestra vidas y sentirse a gusto en él es básico para mantener una buena salud mental. Los estudiantes también lo saben y ya no están dispuestos a vivir en lugares que no les resulten agradables. Especialmente si van a pagar por ello.
Tras preguntar a varias inmobiliarias, coincidieron en que ahora lo que más demandan los jóvenes son pisos decentemente amueblados que no les chirríen a la vista. En otra palabras, los muebles de la abuela se acabaron. Lo mínimo que esperan de sus caseros es que se den una vuelta por Ikea.
“No buscan tanto el que sea tan confortable sino la primera vista. Es decir, muebles de Ikea”, explica Carmen Jiménez, de la inmobiliaria Vía 30, “quieren una casa que, cuando tú entres, te parezca moderna, bonita… No tanto la calidad, ni mucho menos, pero sí que sea vistosa, que sea cómoda y funcional principalmente”.
“Ahora son tremendamente exigentes con el tema de decoración”, añade, al fin y al cabo, el precio de unos a otros no dista tanto en estos casos. “En los pisos compartidos, al final, entre pagar 200 o pagar 225 euros no va a ningún lado”. No pasa lo mismo, indican, en el alquiler familiar, pues este no se va a compartir entre varias personas.
Desgraciadamente, los pisos con muebles antiguos y una decoración descuidada son los que abundan. Encontrar el lugar ideal “no es tan fácil, pero sí que es cierto que los propietarios se están poniendo un poco al día”, explica Carmen Jiménez, “lo que nosotros siempre les proponemos a los propietarios es eso”.
Sin embargo, “al final se termina alquilando todo”, afirma, “porque en Salamanca hay mucha más demanda que oferta”. Eso sí, como a los inquilinos les guste el piso que han escogido, ya no lo sueltan hasta que se van de Salamanca. Esa es otra de las razones por las cuales al casero le compensa hacer una pequeña inversión para modernizar su piso.
Los alquileres están caros
Este exceso de demanda es, precisamente, lo que está contribuyendo a elevar el precio de los alquileres. “Están muy caros”, afirma tajantemente Rocío Martín, de la inmobiliaria Urbis, “para mí, hay una burbuja en tema alquileres que tiene que saltar por algún lado porque, como hay tanta demanda de estudiantes, la gente está comprando mucho para invertir”.
“El que tiene dinero está intentando invertir en ladrillo porque el dinero en el banco no te da rentabilidad”, continúa, y el dinero obtenido por el alquiler es el que le paga la hipoteca.
Esto no solo afecta a los estudiantes. “Los trabajadores mileuristas se ven muy mal para encontrar un alquiler”, señala Martín, “¿cómo te paga una persona un alquiler de 500 euros si no llega a los 1.000 euros?”.
En el caso de los jóvenes, suelen pagar una media de 200 o 250 euros por persona conviviendo en pisos compartidos de entorno a 600 o 650 euros. Si tienen más poder adquisitivo, a veces prefieren opciones de 450 o 500 euros para vivir ellos solos. El precio siempre depende de si el inmueble tiene servicios centrales o individuales. Ellos los prefieren con servicios centrales porque supone un coste fijo.
En general, desde Urbis explican que “intentan gastarse lo menos posible para que la economía de sus padres no se vea resentida y a ellos les quede más poder adquisitivo”.
Por zonas
El centro de la ciudad es la zona más costosa para vivir y, por tanto, para alquilar. Sin embargo, es lo que buscan los estudiantes. “En Salamanca las favoritas son siempre céntricas, pero que estén cerca del campus”, indican desde Vía 30. Lugares como Maristas, Plaza del Oeste, Carmelitas, San bernardo o Avenida Villamayor son los más demandados.
Una de las cuestiones que ha sorprendido a las inmobiliarias es que “cada vez empiezan a buscar antes”. Este año, antes de Semana Santa ya estaba casi todo alquilado.
“No tienen unas pautas de comportamiento muy estables”, comenta Rocío Martín, “antes la demanda empezaba en mayo, pero ahora hay gente que en enero te empieza a demandar cosas para el curso que viene. ¿Qué pasa? Que te encuentras con un inconveniente: hay muchos inmuebles que aún no sabes si van a estar disponibles para el próximo curso porque no sabes si los inquilinos que están se van a quedar”.
Las preferencias en alquiler estudiantil están cambiando. Por suerte, cada vez son más los propietarios que se percatan de los nuevos intereses de los jóvenes para adaptarse a ellos y sacar más rentabilidad. Sin embargo, se desconoce qué pasará con el incremento de los precios y si eso desembocará en consecuencias más negativas de las que se están viendo.