[dropcap]E[/dropcap]n el contexto de alfabetización surgieron las clases de educación sexual. En el Pizarrales de los años sesenta la juventud del barrio desconocía lo más elemental de las relaciones sexuales. Como algunos de los estudiantes que nos habíamos comprometido con el barrio cursábamos medicina, no tuvimos dificultades para impartir los conocimientos básicos en la materia. De esa experiencia guardo recuerdos imborrables. Las chicas y chicos nos hablaban con sinceridad y exponían sus problemas con tal crudeza que, a veces, nos sorprendían.
Cuando comenzó a funcionar la Filial de Pizarrales, las clases de anatomía y fisiología de los árganos de reproducción las impartimos como materia no evaluable y voluntaria en los primeros cursos de bachiller. Los alumnos de antaño, ahora adultos, recuerdan aquellas clases que les abrían los ojos ante muchas de las incógnitas de la vida de pareja. En los cursillos prematrimoniales parroquiales partíamos de una premisa, que los futuros matrimonios debían conocer lo más elemental de la vida sexual sana y por ello dedicábamos los dos primeros días de los cursillos a informarles lo más exhaustivamente posible del asunto.
La educación sexual dada en los cursillos prematrimoniales, en la población escolar y en los grupos de jóvenes fue revolucionaria. En aquellos años la sexualidad era tabú y nadie osaba hablar de ella abiertamente y sin tapujos.
El contacto con los jóvenes del barrio nos descubrió una nueva dimensión de la realidad de Salamanca y de España. Trabajamos con ellos la metodología de la “Revisión de Vida”. El trato con los chicos nos hizo conocer a sus familias. Generosamente nos invitaban a sus casas en las fiestas de Navidad o en las del barrio. En aquellos años Pizarrales se convirtió en el Pozo del Tío Raimundo de Salamanca. Todo aquel que tenía algo que decir desde el punto de vista religioso, del compromiso temporal o de la Iglesia conciliar, pasaba por la parroquia del barrio.
— oOo —
