[dropcap]O[/dropcap]cho siglos contempla a nuestra Universidad y desde entonces millones de estudiantes han pasado por sus aulas, en la serie ‘Ilustres de la Usal’ queremos rescatar la vida y trayectoria profesional de algunos de estos alumnos con notoriedad mundial que se formaron en Salamanca
Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, conocido por todos como el Conde Duque de Olivares, tiene el honor de inaugurar esta sección de ‘Ilustres de la Usal’, porque fue el hombre más poderoso del mundo, España en ese momento era potencia mundial, durante el reinado de Felipe IV en 1622, cuando el monarca le dio poderes casi absolutos, una especie de súper ministro de aquella época.
Contemos la historia del Conde Duque. Nació en Roma el día de los Reyes Magos de 1587 porque su padre, Enrique de Guzmán, II conde de Olivares, era embajador de España. Vivió en Sicilia y Nápoles, donde su padre fue virrey hasta cumplir los 12 años. Pertenecía a una rama menor de la Casa Medina Sidonia, además era el segundo hijo, por lo que la familia decidió que estudiara Derecho Canónico a la Universidad de Salamanca.
A Salamanca llegó con 14 años y permaneció aquí hasta 1604, al cumplir 17 años tuvo que dejar los estudios, ya que su hermano mayor falleció y ‘subió’ en la escala familiar, por lo que su padre, el conde de Olivares, decidió que tras estar unos años en Sevilla administrando la hacienda familiar, se trasladara a la corte de Felipe III, donde él trabajaba.
Ya en la corte, en 1615 se ganó la confianza del Príncipe al ser su gentilhombre. Estando en esa posición de privilegio, le fue fácil en 1622, cuando Felipe IV, uno de los reyes más cultos y destacables de su época, llegó al trono, convertirse en su hombre de confianza.
En ese puesto privilegiado, y teniendo en cuenta la inteligencia del Conde Duque, decidió limpiar la corte y colocar a su lado a familiares y amigos. De ese modo, consiguiendo atesorar para su ‘casa’ títulos, propiedades y rentas. Su poder personal quedó reforzado mediante el recurso a las juntas, con las cuales tendió a suplantar el mecanismo de gobierno tradicional de los Consejos.
El programa político de Olivares está contenido en el Gran Memorial que presentó al rey en 1624. Considerando que la autoridad y reputación de la Monarquía se habían deteriorado, proponía un plan de reformas encaminadas a reforzar el poder real y la unidad de los territorios que dominaba, con vistas a un mejor aprovechamiento de los recursos al servicio de la política exterior.
Potenciador de artistas
La historia dice de él que fue un gran estadista, un ministro con las mejores condiciones para hacerse cargo del pesado fardo del gobierno: capacidad de trabajo, entendimiento de los negocios, voluntad de mando, autoridad.
Además de su parcela política, si viviera hoy podríamos decir de él que era un influencers o un genio del márketing, porque ya en el siglo XVII comprobó que la imagen era muy importante en política, tanto es así que el Conde Duque está considerado como un gran mecenas, fue el protector e Velázquez en la Corte y las fuentes históricas lo señalan como el gran ideólogo de la construcción del Palacio del Buen Retiro.
Este monumento al arte fue una muestra de cara a la galería de que la Monarquía continuaba teniendo poder, aunque ya estaba viviendo el principio del declive. También estuvo en contacto con Quevedo. De hecho, el escritor apoya el programa reformista del Conde Duque con su Epístola satírica y censoria contra las costumbres de los castellanos.
Su legado
Las ansias de poder del Conde Duque de Olivares eran tales, que quería recuperar para el Reino de España, plazas ya perdidas como Francia o Países Bajos.
El Conde Duque de Olivares protagonizó en 1627-35 un último intento de imponer sus reformas por la vía autoritaria, pero las resistencias fueron mayores y, unidas a las derrotas militares, minaron el prestigio del valido. Tras un primer sobresalto con el motín de la Sal de Vizcaya, de 1630-31, el descontento de los reinos periféricos estalló por fin en 1640 con las rebeliones simultáneas de Portugal (que conduciría a su independencia) y de Cataluña, que no sería sofocada hasta 1652, a las que se unió la conspiración del duque de Medina Sidonia en Andalucía.
En 1643 Felipe IV prescindió por fin del Conde Duque y en 1944 muere en desterrado en la villa de Toro, donde fue procesado por la Inquisición.
El legado nobiliario del Conde Duque ha llegado hasta nuestros días, hoy ostenta los títulos la Casa de Alba, en concreto su actual Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart.
Documentación.
biografíasyvidas.com
El conde-duque de Olivares, J. H. Elliot