[dropcap]S[/dropcap]egún la ONU 2,3 millones de venezolanos han emigrado de la nación sudamericana en los últimos tres años, en una diáspora que ha causado revuelo en la región. Gran cantidad de profesionales de diversas áreas forman parte de este éxodo, constituyendo una “fuga de talentos” sin precedentes en la historia del país petrolero
“Un viernes de febrero de 2018, en horas de la tarde, me despedí de mi esposa y mis hijos, en medio del ´puente de los lamentos´, como ahora muchos venezolanos llamamos al Puente Internacional Simón Bolívar, que conecta las poblaciones de San Antonio del Táchira, en Venezuela, y Cúcuta, en Colombia. Los cuatro lloramos desconsoladamente, en una escena que jamás pensé protagonizar, y que aún hoy me duele”, relata Adolfo Duque, desde Rancagua, Chile.
Duque forma parte de la gran ola migratoria que en desbandada viene huyendo de Venezuela, como consecuencia de la grave crisis económica que se traduce en hiperinflación, desabastecimiento de alimentos y medicinas, entre otros indicadores, que golpean a diario la vida de los venezolanos. Es docente de profesión. Trabajó en varios colegios del estado fronterizo del Táchira impartiendo clases de Matemáticas y Física. Ahora replantea su futuro en tierras chilenas, trabajando en una estación de servicio.
“Tras la despedida, me embarqué en el bus que nos condujo a tierras australes; en una travesía que duró más de una semana. Ya en Chile, me aguardaba un familiar. Los primeros días fueron complicados pues no encontraba empleo. Luego logré un puesto en una estación de servicio, donde aún trabajo”, prosigue Adolfo Duque.
De acuerdo con cifras estimadas por la Organización de las Nacionales Unidas (ONU), unos 2,3 millones de venezolanos han emigrado del país en los últimos tres años. La situación socioeconómica y política de la nación petrolera los ha obligado a buscar nuevas oportunidades, principalmente, en Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.
Algunos emigran en transporte terrestre, otros (muy pocos) en avión, y en los últimos meses hay quienes se han atrevido a emprender el viaje a pie, atravesando valles, páramos, desiertos, bajo las inclemencias del sol y la lluvia o el frío de Los Andes; sorteado jornadas kilométricas y, en muchos casos, aguantando hambre y sed.
Tal y como Duque, gran cantidad de profesionales, entre los que se destacan médicos, enfermeros, periodistas, profesores, ingenieros, se forjan un futuro mejor ejerciendo funciones en distintas áreas. Ellos constituyen una lamentable “fuga de talentos”, en una vertiginosa diáspora que cada día sorprende al mundo.
“Extraño mi país, a mis alumnos, a mi gente. Sin embargo, tengo proyectado continuar en Chile, e incluso traerme a mi familia y con mi esposa montar una panadería” subraya.
Precisa, por otra parte, que si bien la mayoría de parroquianos de la ciudad de Rancagua, a una hora de Santiago de Chile, lo trata con respeto y lo alienta a seguir adelante, ha tenido uno que otro altercado con algunos clientes de la estación de servicio donde labora, quizá por el hecho de ser extranjero.
“He vivido momentos fuertes como cuando dos hombres armados arribaron a mi lugar de trabajo y nos robaron el dinero y algunas pertenencias. En otras oportunidades, algunos clientes se han ido sin pagar, y una vez fui arrollado por un automóvil, donde gracias a Dios solo sufrí lesiones en mis piernas. Sin embargo, en términos generales, me ha ido bien”.
Finalmente, Adolfo Duque indica que no pierde la esperanza de retornar a su país, en un tiempo no muy distante, para contribuir en su reconstrucción. “Con esa idea me despierto cada día, con esa nostalgia”.