[dropcap]L[/dropcap]a vida nunca se detiene, pero la peculiar manera de medir el tiempo que nosotros tenemos hace que el año acabe con el mes de agosto y vuelva a comenzar cuando llegue septiembre. Es así para todos aquellos que irán a disfrutar de unas muy esperadas vacaciones, para todos aquellos que no podrán tenerlas por culpa del latrocinio de unos pocos (lo que algunos periódicos llaman “las circunstancias económicas”) y para todos los que trabajarán para que nuestra vida social siga girando y para contribuir al disfrute estival de los primeros.
Incluso aquellos que estén trabajando notarán que la vida se ha detenido en que los telediarios hablan (aún más que de costumbre) de cosas inanes, se darán cuenta de que la política ha sido sustituida probablemente por Gibraltar, como todos los años, y de pronto hasta el último de los ayuntamientos se acordará de que la cultura es una noble forma de ocupar el tiempo de la libertad.
Durante treinta días, el ocio y el calor nos detendrán, seguramente porque nos hace la misma falta que invernar a los osos, pero en septiembre florecerá la vida, regresaremos con la fuerza que solo nos impregna una vez al año y, por enésima vez, todo será posible.
[pull_quote_left]Si de verdad queremos que dentro de un año haya más de nosotros en mejor situación, tendremos que dejar de pensar que no está en nuestra mano y pensar que es en ella, precisamente, en donde está el potencial del cambio.[/pull_quote_left]Si de verdad volvemos renovados, tendrá que serlo para hacer otra vez el esfuerzo de incorporarnos a una corriente común de regeneración, que no será verdad más que si viene de abajo y es común y colectiva. Si de verdad volvemos con las pilas cargadas, tendrá que ser no solo para desgastarlas en el trabajo circular y rutinario, sino para descargar su energía en el análisis crítico de una realidad que no va a ser más satisfactoria por medio punto arriba en cinco o seis variables estadísticas.
Si de verdad queremos que dentro de un año haya más de nosotros en mejor situación, tendremos que dejar de pensar que no está en nuestra mano y pensar que es en ella, precisamente, en donde está el potencial del cambio. Feliz parón, feliz regreso.
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