[dropcap]Q[/dropcap]ueda tiempo para la avenida de los reyes magos. Quizá sea buen momento para comenzar a valorar la lista de pedidos ahora y así evitar ser víctima de la precipitación y la necesidad de saciar un hambre real a base de premios inadecuados. El reloj, la fragancia, la camisa o el vestido en realidad solo van a servir, como siempre hicieron, para asedar a la mona.
Un regalo bueno, del verbo bueno buenérrimo, será más una capacidad que un objeto. Siempre. La primera podremos ir mejorándola cada día, actualizándola, optimizándola. El segundo será más viejo y obsoleto cada día que pase hasta que finalmente resulte inservible o sencillamente se agote.
En la línea de las capacidades, existe una que se me antoja poderosísima. La que nos pueda permitir diferenciar la palmera del oasis. El charco de la carretera dela luz y el calor. La realidad de la imaginación. La certeza de la impresión.
En ausencia de tal herramienta, debemos conformarnos con algo que en mi opinión recibe mucho más crédito del que merece. El instinto. Con esta afirmación me estaré creando una legión de enemigos formada por todas aquellas personas que confían en las primeras impresiones. Creo que de esto ya te he hablado y/o escrito, según quién seas. Es igual el número de individuos de ese equipo, no tienen razón. Si tú eres uno de ellos, permíteme insistir, no tienes razón. La primera impresión es una nube que no se ve, sino que cree verse, sobre la que vas poniendo primero cimientos, luego columnas y vigas, suelos y paredes, y una vez alcanzado ése entente ubicamos la chaiselongue.
Efectivamente podrás ver la casa y te resultará sencillo encontrar acomodo a la horizontalidad que sobre el papel te facilitará esa imprescindible comodidad, esa burbuja de certezas. Sucede que no son certezas, son cerezas y éstas deben comerse con cuidado, no a dentelladas que traen hueso, a no ser que valores una inmediata visita al dentista.
Se pueden construir casas en árboles, a metros del suelo, pero no se puede obviar que ese tronco hunde sus manos, sus dedos, sus uñas en la tierra para agarrarse con firmeza a la tierra. Sujetará al sujeto. Las llaman raíces.
Las nubes en cambio… Por mucho que se puedan aparentar ser un mullido colchón de algodón son más sublimes que firmes. Por eso no van a sujetar absolutamente nada. Piensa que hasta se les cae el agua del que nacen. No te fíes jamás de una nube.
El instinto, escúchalo pero que cueza a fuego lento, no es más que una conducta inconsciente que te ha llegado a través de la genética, el tuyo te lo dieron tus padres. Es natural, sí. E impulsivo, irracional y te moverá a responder sin que tengas conciencia de la razón por la que de repente tus pies bailan como lo hacen. Bueno sí, por instinto claro…
Para todo lo demás, ni Master Card, ni Dinners Club. Para y pregunta a los ojos.
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