[dropcap]N[/dropcap]o sabemos si el gobierno de Pedro Sánchez, dure lo que dure, pasará a la historia como el gobierno que más cosas anunció y menos cosas hizo.
Sin duda la retahíla de cosas loables y objetivos felices que este gobierno ha anunciado en tan pocos días, daría -de traducirse en hechos palpables- para finalizar una legislatura con la grata satisfacción de la misión cumplida.
Pero como toda esa serie de anuncios van quedando atrás, flotando en el viento, banderas desinfladas de una batalla que nunca se dio, o como banderines colgados de una fiesta truncada que no llegó a celebrarse, toda la expectativa abierta por esos anuncios queda resumida hoy en la siguiente cuestión: ¿Qué significa todo esto? ¿Cuál es el enigma de Pedro Sánchez?
Una posibilidad es que Pedro Sánchez quiera de verdad llevar a cabo esos objetivos loables que anuncia, y siendo ese su deseo más íntimo y verdadero lo pronuncie en voz alta para cerciorarse de que no está soñando, es decir, para convencerse a sí mismo de que efectivamente es, al día de hoy, el presidente del gobierno, cosa que como ocurrió con todo en contra, e incluso con la oposición de Felipe González, fue una sorpresa incluso para él.
Otra explicación para esta apoteosis de anuncios, que nos remite en definitiva a la virtud mágica de la palabra dicha, es que esa salmodia sea para conjurar y espantar a los malos espíritus del mercado y su corte anexa de golfos de las finanzas, que en esta Europa democrática de gobiernos democráticos que no mandan, son los que en última instancia deciden y tienen el poder. El anuncio en modo salmodia sería así un rito mágico contra el maligno que nos ha secuestrado la democracia.
En relación con esto último, otra forma de ver el asunto, es que Pedro Sánchez no sea un político sino un poeta, y ejerza de tal, de manera que los dulces versos que salen de su boca sean un sustitutivo suficiente de la realidad, lo cual, visto cómo está la realidad, tampoco es un gran pecado. Si acaso, venial.
Más grave sería que Pedro Sánchez no crea en nada de lo que dice y no tenga ninguna intención de llevarlo a cabo, y solo estuviera, con su derroche publicitario, ganando tiempo para no se sabe muy bien qué.
Quiero ser optimista y bien pensado, y descartar de entrada esa posibilidad de fraude, aunque en su entorno (entorno de falso socialismo) sin duda no son pocos, comandados por la vieja guardia, los que no comulgan con sus objetivos progresistas, y de momento toleran este estado de cosas (que no pasan de anuncios) con el único objetivo en mente de conseguir votos a toda prisa, y recuperar el prestigio tan merecidamente perdido.
Si no recuerdo mal, en la Roma clásica, a los emperadores que desfilaban en triunfo, un criado les iba recordando que eran mortales.
No estorbaría e incluso sería conveniente que un fámulo o cercano colaborador de Sánchez, armado de papel y lápiz, o de tablet y ágiles dedos, fuera apuntando minuciosamente todo lo que el presidente anuncia y aún debe, que no es poco:
- Finiquitar la herencia pegajosa del franquismo. Auténtica rémora para nuestro espíritu nacional y una auténtica losa para el orgullo de nuestro país.
- Deshacer las reformas laborales esclavistas que nos hunden en la desigualdad y la pobreza. Y al hilo de esto atender, mediante ley, al problema de los interinos españoles estafados en sus derechos (también de consolidación) durante décadas, fraude que en este mismo momento está siendo investigado minuciosamente por Bruselas.
- Hacer pública la lista de los beneficiados por la amnistía fiscal, y de paso acometer una reforma fiscal en serio por la que paguen más los que más tienen y no como ahora, que los que más pagan son los que nada les sobra o nada tienen, mientras que las grandes fortunas quedan exentas. No solo eso, sino que cuando hacen trampas y evaden impuestos, resultan premiadas con una amnistía.
Esa política fiscal es crucial para el mantenimiento de nuestro Estado del bienestar, fundamento de nuestra democracia. Por tanto, es crucial para nuestra democracia. - Impuesto a la banca, para recuperar el dinero público (de todos) con el que se les rescató de la quiebra (estafa) que ellos mismos propiciaron. Iniciativa que debe ir acompañada de los mecanismos de regulación que impidan repercutir ese coste en los clientes y otros abusos a los que nos tienen acostumbrados.
- Reformar el estatus privilegiado del «político», en cuanto a retribuciones, pensiones, aforamientos y otras prebendas, haciéndolos copartícipes de la austeridad que legislan, acercándolos a la realidad de los ciudadanos para que un día estos puedan identificarse con ellos y sentirse «representados».
- Yo añadiría acometer la desprivatización de los servicios esenciales de la energía (electricidad, gas, etc.) visto que la privatización solo ha servido para empeorar el servicio y encarecer las facturas, hasta tal punto que esos servicios «básicos» se han convertido casi en un artículo de «lujo» que no todo el mundo se puede permitir. Con el añadido, de que ya nadie entiende de qué va todo ese maremágnum, con unos enrevesados circuitos de comercialización que huelen a fraude.
En casi todos estos temas, el gobierno actual se ha limitado de momento a suscribir los destrozos y desidias del gobierno Rajoy. Incluso los sindicatos (o al menos algunos de ellos) se han limitado (véase el tema interinos) a suscribir esos mismos destrozos y desidias.
En suma, ir preparando una vía clara y expedita para una reforma amplia y sustanciosa de la Constitución, que hoy nos mantiene anquilosados en un pasado que ya no nos vale, y que ha degenerado de la ilusión primera por el paso dado en su día, a acumular suficientes motivos de vergüenza y decepción.
Esto es lo que importa, porque en el plano gaseoso del espectáculo mediático (currículum vitae y demás singularidades castizas de aquí que en otros sitios no se toleran) quien va a por lana sale trasquilado, como le ha ocurrido a Albert Rivera. Y viceversa.
Y es que si Casado le dice a Sánchez en el parlamento -como al parecer ha sido el caso- que «la Moncloa le viene grande», el le puede contestar que el Máster trucado se le queda chico y no llega a la nota de corte, si de honestidad se trata.
En fin, que no es plan y ya nos han distraído bastante
Ya no nos basta con la cosmética ni con los reality shows, y si bien en 60 días puede hacerse una reforma exprés del aforamiento (la que propone Sánchez es muy insuficiente y superficial, meramente cosmética), se requiere mayor profundidad y calado en las reformas a emprender.
Y no es solo cuestión de tiempo: de hecho, en una sola noche Zapatero, o mejor dicho, Merkel, reformó nuestra Constitución (y sin pedirnos permiso).
Es cuestión de voluntad.
Llega el tiempo en que esta voluntad y esta encrucijada inevitable ya, va a retratar y retar a todos. La última palabra en cuestión tan seria, sin duda, la tienen los ciudadanos. Es decir, todos nosotros.
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