Cayetano Martínez de Irujo nos recibe en el Palacio de Monterrey, un edificio de 475 años, concretamente en el patio interior, donde el calor de julio da una tregua y las enredaderas y las hortensias ponen color y aroma. Ese mediodía comerá con el equipo con el que trabaja en Salamanca. Hay una mesa dispuesta donde a buen seguro se servirán ibéricos y aceite de Casa de Alba. Viene muy a menudo a Salamanca porque aquí tiene 1.500 vacas –morucha y charoles- y 7.000 ovejas. La Casa de Alba está construyendo un importante negocio agroalimentario del que Salamanca es uno de sus pilares fundamentales.
¿Cómo está soportando la crisis el sector primario?
Cayetano Martínez de Irujo: Nosotros nos hemos defendido. Somos una empresa muy completa, por lo que tenemos más defensas. Pero, por ejemplo, hoy he estado hablando con compradores de cereal y ellos lo están pasando muy mal. Cuando son sectores más definidos, no diría que se han defendido mejor. Esta es una zona muy agrícola, pero también lo está pasando mal.
El Ducado de Alba tiene unas 25.000 hectáreas en España. ¿Esa empresa da 25.000 quebraderos de cabeza?
C. M. I. (Sonríe) Sí, sin duda. En estos casi seis años que llevamos con las empresas agrícolas puede que se hayan reducido los quebraderos de cabeza en un 60%, porque los problemas más gordos los hemos resuelto. Son tres empresas englobadas en tres provincias y que comprenden mucha diversidad. (Las empresas son: Euroexplotaciones Agrarias, Eurotécnica Agraria y Agralsa, radicadas en Córdoba, Sevilla y Salamanca, respectivamente).
Háganos un balance de estos seis años.
C. M. I. Positivo. Estoy muy contento, porque primero no hemos cometido ningún error significativo; segundo, la deuda que había nos la hemos quitado en todas las empresas, en Sevilla queda un poco, pero básicamente está saneada; lo tercero es la inversión significativa que se ha realizado para mejorar las empresas, quizá la que más ha podido crecer en inversión ha sido Córdoba, que es la más completa y rentable, pero en Salamanca nos quitamos la deuda y hemos invertido una significante cuantía de dinero en cuanto a infraestructuras, maquinaria, etc. En cuarto lugar, hemos conservado todos los puestos de trabajo, excepto los que se han ido jubilando. Eso es un gran triunfo.
¿Esto les honra?
C. M. I. Nos apuntamos un tanto importante, porque para la Casa es muy importante cuidar a nuestros trabajadores. Cuando entré aquí estábamos en una situación muy difícil, había una deuda importante y un sistema en el que todo el mundo nos hincaba el diente. Te daban ganas de cerrar el kiosco. Pero no sólo no hemos cerrado, sino que hemos conservado los puestos de trabajo.
¿Ha merecido la pena este esfuerzo?
C. M. I. Sin ninguna duda. A día de hoy estamos ya con una base de comercialización importante.
¿Apuestan por la agro-ecología?
C. M. I. No soy partidario de volverme loco con esto, porque lleva una inversión y un tiempo que de momento no nos urge, ni como Casa, ni como firma. Será en una segunda fase.
¿Tienen registrada la marca Casa de Alba?
C. M. I. Sí. Es más, cuando registramos la marca nos dijeron que en 30 años no había habido una afluencia de símiles tan grande. Esa ‘fiebre’ durante año o año y medio y fue brutal, porque tuvimos que luchar. Algunos registros cayeron por su propio peso y a otros no les dimos importancia. La registramos hace casi cuatro años. Fue una cosa brutal.
En Salamanca tiene alrededor de 1.200 vacas moruchas y 7.000 ovejas. De esta cabaña de vacuno saldrá la carne –mezcla de morucha pura y toro charolés– ¿Cómo están comercializando esta mezcla?
C. M. I. Hemos comenzado a trabajar con el matadero Incova que está en Segovia y hemos creado un producto que se llama ‘Capón’ que arrancará en octubre. Estamos a punto de cerrar con un gran distribuidor de carne en el ámbito de la comercialización.
¿Y con las ovejas harán queso?
C. M. I. No, todavía no. Estamos con la carne de vacuno y veremos cómo funciona.
¿El aceite Picual está teniendo buena acogida?
C. M. I. Va muy bien. Llevamos año y medio y hemos entrado en grandes almacenes, hoteles y centros comerciales. También marcha bien la comercialización en el extranjero. Creo que daremos un salto cualitativo. Hemos comenzado despacio, pero haciendo una buena base. Para el otoño tendremos un volumen de ventas importantes. Nos hemos presentado a cinco certámenes y en todos ellos hemos obtenido premio –oro, plata o bronce- Tenemos una calidad excepcional.
¿Cómo va la comercialización de las pastas y las naranjas?
C. M. I. Las pastas y los ibéricos arrancarán en septiembre. Se ha retrasado un poco por todo el tema de control de calidad y certificaciones. Las naranjas hicimos una prueba con un partener. No hemos llegado a comercializarlas porque el año ha sido muy malo, muy difícil de venta. Vamos a hacer un balance en septiembre que ya se han cerrado las cinco variedades. Lo que he hecho ha sido vender el 50% con una empresa y el otro tanto por ciento por nuestra cuenta, como siempre. Vamos a hacer una comparativa y veremos si merece la pena seguir o cambiar de partener para comercializar con la marca.
Viendo todo esto, lo que están trabajando ¿Se ha arrepentido alguna vez de no seguir con sus estudios de Ingeniería Agrónoma?
C. M. I. No, porque yo he hecho una carrera deportiva francamente buena, que me ha enseñado lo que no se aprende en tres carreras. Ahora llevo el campo sin tener que haber hecho la carrera.
¿Qué importancia le da usted a los estudios? ¿Entiende ahora a su madre cuando insistía en que terminara la carrera, sobre todo ahora que es padre?
C. M. I. Sí, la entiendo, pero he hecho el camino igual y creo que con mejores resultados. Ahora copo dos ámbitos, el deportivo y el agrícola.
[pull_quote_left]Tengo un equipo excepcional en todos los ámbitos y ese es el secreto de que hayamos podido realizar todo lo que hemos hecho, de levantar la Casa y modernizarla para que esté en el siglo XXI[/pull_quote_left]
¿Qué valor tiene el equipo que trabaja con usted en esta progresión?
C. M. I. Una importancia vital. Creo que el secreto del éxito de una persona o una empresa es estar rodeado de grandes profesionales. Uno solo no hace nada nunca. Lo importante es saber dirigirlo, gestionarlo y tomar las decisiones. Tengo un equipo excepcional en todos los ámbitos y ese es el secreto de que hayamos podido realizar todo lo que hemos hecho, de levantar la Casa y modernizarla para que esté en el siglo XXI.
¿Le ha costado mucho convencer a sus hermanos de todo esto?
C. M. I. (Largo silencio) Más que a mi madre.
¿De verdad?
C. M. I. Sí, ha sido curioso, pero es verdad. Ha habido de todo, porque por ejemplo, Carlos –Duque de Huéscar- lo entendió todo bastante bien. Él y yo nos llevamos muy bien y tenemos muy buena sintonía. Carlos y yo vamos de la mano. Trabajo con él, pero con el resto sí que me ha costado. Quitando Carlos, a los demás les ha costado…
¿Ahora se rendirán a la evidencia?
C. M. I. Bueno (risas). Todavía hay algunos que van a remolque pero, ya se sabe, las cuestiones familiares son difíciles.
[pull_quote_left]Habíamos vivido 500 años de las rentas de lo que hicieron nuestros antepasados, pero se ha producido un cambio generacional, social y tecnológico en los últimos cincuenta años en el mundo y nosotros teníamos que hacer una renovación del mismo estilo [/pull_quote_left]
Hace 20 años que ostenta el Condado de Salvatierra y uno el Ducado de Arjona. ¿Qué cree usted que implica nobleza hoy en día?
C. M. I. Hoy en día,… Lo que le dije a mis hermanos, que teníamos que hacer una renovación muy profunda para poner en valor otra vez toda esa nobleza legada por nuestros antepasados. Habíamos vivido 500 años de las rentas de lo que hicieron nuestros antepasados, pero se ha producido un cambio generacional, social y tecnológico en los últimos cincuenta años en el mundo y nosotros teníamos que hacer una renovación del mismo estilo y demostrar que ponemos en valor lo que hemos heredado, incluido la nobleza y los títulos.
¿Es su meta ahora mismo?
C. M. I. Es lo que estamos haciendo, porque hemos llegado hasta aquí intactos, sin vender, sin despilfarrar y sin destrozar fortunas, que es lo que ha hecho la mayoría de la gente. Hemos llegado hasta aquí con el prestigio que tenemos y lo que estamos haciendo ahora es darle el impulso, el cambio, la renovación necesaria para volver a poner esa nobleza en un valor añadido que esté acorde con el siglo XXI.
¿Son los valores que quiere transmitirles a sus hijos?
C. M. I. La verdad es que sí.
El Príncipe de Gales, noble como usted, también tiene una empresa que comercializa productos –flores y vajillas- ¿Le ha pedido consejo?
C. M. I. Estuve en una cena en Buckingham Palace con mi madre y mi hermana y lo que hice fue intentar convencerle para que hiciéramos un trueque. Ellos tienen unas lámparas buenísimas y nosotros perdimos la mayoría de las lámparas en la Guerra Civil. Le dije que le proponía cambiarle un par de lámparas por unas porcelanas, porque a nosotros nos sobran. La verdad es que se rió, pero no me contestó. (risas)
¿Va a seguir su modelo de negocio?
C. M. I. Es muy interesante lo que está haciendo con las galletas. Quizá en un futuro, con las mermeladas o la leche.
¿Con qué personal cuenta la ‘empresa’ Casa de Alba?
C. M. I. Tenemos 300 trabajadores fijos o fijos discontinuos y damos 50.000 jornales al año.
¿Le han hecho ‘San Pedro’?
C. M. I. La verdad es que tenemos suerte. Hemos tenido tres o cuatro bajas, pero en Andalucía, en Salamanca no.
Estamos en el palacio de Monterrey. ¿Cómo se vive en un palacio?
C. M. I. No también como parece. Es frío. Es una enorme responsabilidad.
De Salamanca salió el primer Duque de Alba. ¿Qué le ha dado Salamanca a su familia?
C. M. I. Salamanca nos ha dado nuestras raíces, nuestra razón de ser, nuestro punto de lucha.
Y por otro lado. ¿Qué le está dando su familia a Salamanca?
C. M. I. El haber traído todo lo que nos dieron hasta aquí, el haberlo conservado, el haberlo mejorado, el haberlo mantenido y que al final sea de Salamanca, tanto la Torre del Homenaje, como este palacio, como la parte agrícola. Creo que tenemos proyectos de futuro para mejorar y darle un poco más de participación a la ciudad.