Opinión

¿Por qué quiero ser inmortal, e incluso resucitar? (y III)

[dropcap]H[/dropcap]oy terminamos, tratando siempre del deseo de vivir más, e incluso buscando la inmortalidad. Precisamente hoy vamos todavía más allá: la pretensión de algunos de incluso resucitar, para vivir dos veces, merced a sistemas como el de la criogénesis.

  1. ¿Resurrección vía criogénesis?

La resurrección es una revivencia que en las tradiciones evangélicas se trata como excepcional, con sólo dos grandes casos: el de Lázaro, muy pocos días después de muerto, y el de Cristo, al tercer día de su crucifixión. Dos episodios que se calificaron de milagros, para no tratar de entrar en mayores profundidades de explicar de cómo fueron posibles esos renacimientos a la vida.

Ahora se trata de la resurrección vía criogénesis. Un tema que saltó a los medios, en Inglaterra, cuando los científicos condenaron por unanimidad la decisión del Tribunal Supremo de autorizar a la madre de una niña de 14 años, a congelar su cuerpo después de muerta, con base en pretendidas posibilidades de ser revivida, infinitesimalmente difíciles, por no decir nulas.

Los biólogos más expertos alertaron, una vez más, de que las compañías criogénicas son absolutamente irresponsables, por el mensaje que transmiten a la sociedad de que existe una esperanza real de que un humano fallecido pueda ser congelado y resucitado después, para curarle entonces la enfermedad mortal que tuvo, y darle nueva y venturosa vida. Así es como se conciben esperanzas en realidad muy poco realistas, cuando no absolutamente infundadas.

Para el profesor de neurociencia en el King’s College de Londres Clive Coen, la factibilidad que mencionamos puede llevar a “consecuencias no deseadas”. Es decir, a que mucha gente vaya a pensar que “la cosa vale la pena”, cuando la dura realidad es que se trata de una decisión científicamente imposible y éticamente más que criticable. En ese sentido, nos advierte: “la niña inglesa consiguió el consuelo, pero otros muchos pueden ahora ser engañados”.

Con la salida a la luz del caso de la pobre niña inglesa, es inevitable recordar -dice Rita Álvarez Tudela en el artículo ya citado- una de las mayores leyendas urbanas de la criogenización, la del dibujante y productor cinematográfico Walt Disney. Tras su muerte, por un cáncer de pulmón en 1966, su entierro privado y sin que nadie viese el cuerpo, llevó a creer que había optado por congelarse. Pero como consta en los oportunos registros, fue incinerado, y sus cenizas reposan en un cementerio de Los Ángeles: a ver si se enteran los recalcitrantes que configuran al promotor de Blancanieves en dibujos animados, esperando su resurrección. Tal vez en medio del bosque, por el beso de una princesa azulona.

  1. Algunas ideas sobre hibernación

En definitiva, con las cuestiones que hemos visto, del llanto de la niña inglesa queriendo resucitar para tener una vida que le negó la enfermedad, y de la falsa historia de Walt Disney, se crean ilusiones fútiles. Y también son ilusorias algunas experiencas que dan pábulo a la criogénesis. Me refiero al descubrimiento de algún tipo de gusanos, hallados en Siberia, conservados en el hielo desde hace 40.000 años, y que han resucitado al fundirse el permafrost del entorno. Con frecuencia se citan igualmente los casos de ranas encapsuladas en témpanos, durante el más gélido invierno, y que resucitan en la primavera.

Los defensores de esas criogenizaciones naturales de los gusanos y las ranas, nunca dicen que tales sucesos son procesos de hibernación larga, conseguidos tras millones de años de evolución. Y que al final, de la hibernación no se sale resucitando, sino que, simplemente, es una vuelta a la actividad normal, después de un prolongado sueño en el frío. Son, pues, cosas distintas. Y personalmente, sin grandes estudios que haya podido hacer, me parece que el impresionante universo del cerebro humano, con sus sinapsis de los miles de millones de neuronas, se quedaría muy alterado con los procesos de criogénesis, sin más secuencia que el deterioro progresivo.

Por lo demás, es poco serio andar diciendo por ahí: “yo no me voy a morir”, “que se mueran los tontos”, y otras lindezas. Eso es como vender aquel crecepelo del que decía su mentor: “si usted observa que en pocos días le empiezan a crecer pelos en las palmas de las manos, detenga las fricciones por un tiempo”.

  1. La longevidad de la especie humana

A mí me parece que más importante que perseguir metas soñadas pero inalcanzables, es preservar la vida en el planeta, incluso para que los empecinados criopreservadores y los resucitadores impenitentes sigan haciendo sus experimentos. En esa dirección, traemos a colación cuatro retos fundamentales de nuestra especie, que expuse en mi discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el 29 de enero de 2013:

  • Tendencia a la desglobalización resurgiendo proteccionismos de otros tiempos, que podrian conducir a la posible crisis económica larga y grave. El Sr. Trump es el gran manitú de esa expectativa.
  • Mantenimiento de la pobreza, de muchos millones de personas en situaciones lamentables y aumento de la desigualdad, entre de los que tienen más y más, y los desposeídos en casi todo. Piketty escribió de ello hace ya tres o cuatro años.
  • Deterioro ecológico del planeta, por los muchos ataques que le dispensa la humanidad y, globalmente, por el calentamiento global y el cambio climático. Precisamente, el pasado 8 de octubre, supimos que el Prof. Nordhaus –colega de Samuelson para el libro Economics— ha recibido el Nobel de Economía por relacionar esa ciencia con la ecología (cosa que hicimos ya muchos, en todas partes, hace años).
  • Peligro atómico. Todas las previsiones realizables podrían quebrarse un día, si por cualquier razón estalla una guerra nuclear. Causada por algún político o militar enajenado (que los hay, todos los días se les ve en TV), o simplemente por algún hacker que con dispositivos electrónicos interfiera determinados centros neurálgicos, a fin de poner en marcha ataques masivos entre enemigos.

Creo que hay que resolver esos cuatro retos, para luego seguir hablando en serio de nuestro futuro como especie y como planeta. Y eso es lo principal que he tratado de exponer aquí, en este artículo que ahora termino.

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