Opinión

La teta y la luna

 

[dropcap]C[/dropcap]reía ganar en listezas y listuras a su ilusa vecinita, la pequeña aspirante a exitosa comercial láctea que se paseaba de pueblo en pueblo con el cántaro sobre ese dorado y ensortijado nido de pájaros que tenía por cabeza. Mira que se lo dijo veces… – No te flipes lecherita, que estás a un tropiezo de quedarte con las ganas de estar a punto.

Le recriminaba en silencio que se aprovechara del trabajo de los demás. Qué fácil cuando es papá quien madruga cada día del año para cuidar de los animales. Para la niñita lo sencillo. Sacar ventaja del esfuerzo de los demás y no exponer nada más que su cara bonita, sus lindos e inocentes ojos y su cuenta de Instagram. Blanca, uperizada (que no te lo digan en francés) y en cántaro para mantener esa idea de naturalidad. Perfecta con café y cruasán.

Aquella mañana se la encontró arrodillada en el camino. Entre hipos y sollozos, consternada. Comprendió el motivo al observar que el gran charco que había a su lado aun defendía un tono blanquecino. Ya conoces la historia. Que si con la leche que venda hoy me haré con tres pollos. Venderé muslos, alas y pechugas (de los pollos) y podré comprar un cerdo. Tendré entonces un buen montón de chorizos, que se venden fenomenal. Con el morro, la careta y las orejas ya veré. Con lo que saque tendré para la vaca, a la que podré exprimir la teta hasta llenar un cántaro que algún becario o negro sin papeles me llevará de pueblo en pueblo. Con cada cántaro compraré tres pollos más y… Ay que leche, puta piedra!

La escena le hizo sentir una mezcla de lástima solidaria y mediocre deshago, ese que aparece cuando se consigue una medalla de ojalá(ta) a la razón absurda. – Ya lo sabía yo eso desde hace tiempo, esta gente que piensa que puede sacar beneficio de la nada tiene bien merecido estos tropezones – pensó mientras ayudaba a la muchachita a levantarse y recoger los cascos rotos del cántaro para dejar libre el camino.

– No te preocupes amiguita, un tropiezo lo tiene cualquiera. Ya se sabe, errar es de humanos y lo importante es que te levantes y continúes. Mira yo (haz como yo), tengo la vaca más bonita de toda la comarca porque me lo curro de verdad. Qué simétrica cornamenta, qué simpáticos ojitos, cómo brilla su pelo, qué preciosas son sus manchas de colores. Cada día la limpio, la lavo, la peino, la canto y la saco de paseo  para que todo el mundo pueda ver que no hay nadie como yo para criar las vacas más felices del mundo. El día que averigüe qué es y para qué sirve esa protuberancia que cuelga entre sus patas traseras seguro que conseguiré comprar tres pollos. Luego venderé muslos, alas y pechugas (de los pollos) y podré comprar un cerdo. Tendré entonces un buen montón de chorizos, que se venden fenomenal. Con el morro, la careta y las orejas ya veré. Con lo que saque tendré para otra vaca y contrataré a un negro.

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