Ángel Rufino, el Mariquelo, ha vuelto a cumplir la tradición charra este año al subir hasta casi lo más alto de la torre de la Catedral Nueva. Para él, es todo «un orgullo» continuar con esta tradición 32 años después de que se recuperase, y lo afronta, como siempre dice, con «poderío y salero».
Este miércoles, el Mariquelo ha vuelto a coronar lo alto de la Catedral Nueva de Salamanca. Según él, afrontó la XXXII Subida «de maravilla». «Me he aliado, como siempre, con las amistades que tengo arriba para que no lloviera», manifestó antes de subir, «hay que tener fe, y para dar gracias a Dios, sobre todo por una enfermedad como la esclerosis múltiple y por el VIII Centenario de la Universidad, merecía la pena que el día acompañara».
«Para mí, es un orgullo el cumplir ya 32 años de tradición como Mariquelo, no por lo que soy sino por lo que represento. El estar arropado por los salmantinos, por los foráneos, por gente que viene ya incondicional desde Huelva, de Zamora, de Andalucía… De todos los puntos de la geografía española nos acompañan en el día de hoy, y es algo que me enorgullece y me transmite una fuerza y una energía para seguir manteniendo la tradición con poderío», declaró.
Este año, ha encabezado la comitiva desde el Puente Romano a lomos de su caballo Lucero. Tras encontrarse con otros grupos folclóricos, comenzó su subida hasta la campana más grande de la Catedral Nueva, llamada María de la O, desde donde soltó tres palomas y dio un mensaje a los salmantinos.
Para Rufino, esta era una subida muy especial por la «gente con esclerosis múltiple», ya que «gente muy allegada a mí» padece esta enfermedad. «En el mensaje que voy a mandar de acción de gracias va a calar hondo en la gente y, sobre todo, también va a proyectar la universalidad de Salamanca a través de la Universidad», anunció.
No obstante, señaló que «para mí, todos los años es especial, sobre todo cuando voy cruzando el Puente Romano y veo la espadaña de la Catedral. Es algo que me emociona y me embarga un poderío… Sobre todo por dar gracias». «Poder dar gracias a Dios en estos tiempos que corren de crisis religiosas, económicas y políticas para mí es un orgullo y es una sensación maravillosa», añadió.
El Mariquelo admite sentir «una paz y una tranquilidad, sobre todo una responsabilidad por lo que voy a decir, por lo que voy a transmitir, porque, aunque sea de forma efímera, pero eso llega a los corazones y cala hondo».
El deán de la Catedral solo le permite subir hasta esta campana, pero a él no le importaría volver a llegar hasta lo más alto del seo. «Yo me limito a lo que me ordenan. Me dicen que hasta la campana, pues hasta la campana. El día que me dejen hasta la bola, subiré hasta la bola con poderío. Ya sabéis que mi impronta es con poderío y salero. Y mi lema: siempre con nivel y, ¿de límite?, el cielo».