La investigación apunta a que Bernardo Montoya, “sospechoso con mayúsculas” desde el primer momento, golpeó contra el suelo de su casa a la joven zamorana y luego la agredió sexualmente en el campo
ICAL. La Guardia Civil confirmó este miércoles que Bernardo Montoya, el asesino confeso de la profesora zamorana Laura Luelmo, fue desde el primer momento «un sospechoso con mayúsculas» por sus antecedentes, su proximidad a la víctima, su comportamiento huidizo, su deslocalización y el ocultamiento por parte de algún familiar. Según informaron fuentes de la Guardia Civil, que ofrecieron más detalles sobre el fallecimiento de la joven, Laura Luelmo murió la noche del mismo día de su desaparición, el 12 de diciembre, fecha en la que había contactado con su pareja a las 16.22 horas para expresarle sus dudas sobre ir a caminar o no ante la presencia de viento.
«Hemos comprobado que a las 17.20 horas del miércoles 12 pasó por la caja del supermercado para adquirir huevos, agua y una bolsa de patatas», indicó el coronel de la Guardia Civil y jefe de la Comandancia de Huelva, Ezequiel Romero. Apenas una hora más tarde, sobre las 18.10, «un vecino ve el coche de Bernardo Montoya con el maletero abierto». En ese tiempo, según precisó el coronel Romero, él la habría introducido a la fuerza en su casa y la habría amordazado. «Le ata las manos y le pone una cinta en la boca para que no grite antes de tirarla al suelo», añadió.
En ese momento, y aprovechando que Montoya volvió a por un brasero que se había dejado en la puerta de la vivienda, Laura se levantó y le dio una patada en el costado.»Entonces es cuando se cabrea y la golpea contra el suelo antes de llevársela al campo», según expuso convencido, a falta de la autopsia que determine la hora de su muerte, de que Laura, que «no vuelve a casa», no permaneció retenida mucho tiempo.
Según la hipótesis que baraja la Guardia Civil, la agresión sexual «se produce en el campo» donde la joven fue arrojada desnuda de cintura para abajo y con la cabeza cubierta. «No me cabe ninguna duda de que en ese lugar ella no tuvo sufrimiento por la posición de sus piernas«, apuntó el coronel Romero.
Los movimientos de Bernardo Montoya fueron seguidos muy de cerca por la Guardia Civil, que destacó el «alto grado de impulsividad» del asesino confeso. «Se trata de un asesino desorganizado que no piensa en los rastros que puede ir dejando», puso de relieve el teniente coronel Jesús García, de la Unidad Central Operativa (UCO), dejando claro que «la noche del 12 al 13, antes incluso de que se produjera la denuncia de su desaparición, Laura no estuvo en la casa del sospechoso».
Durante la investigación, en la que ha participado el mismo equipo de la Guardia Civil que resolvió los asesinatos de Diana Quer y del pequeño Gabriel Cruz, se ha comprobado que el asesino confeso de Laura Luelmo «estuvo en el centro de salud de Cortegana porque se quejaba de un golpe en las costillas».
En esa localidad, y tras ser sorprendido por unos vecinos el día 16 pegado a la pared de su calle «como ocultándose» en la localidad de El Campillo, «se encontró su Alfa Romeo cerca de la residencia de su padre». «El domingo por la tarde, en el surtidor de Palos de la Frontera, queda reflejado que echó gasolina», explicó el coronel Romero sobre unos pasos que concluyeron con su detención al día siguiente.
La detención
Dado que desde el primer momento había sido el principal sospechoso, Bernardo Montoya estaba siendo vigilado, por lo que se vio cómo el día 18 se desplazó se Huelva a El Campillo, aunque antes de llegar a la localidad onubense se metió «por un camino», donde paró el coche y se adentró en el campo. Para entonces, sobre las 12.30 horas, el cadáver de Laura Luelmo había sido localizado en una zona de jaras a unos diez kilómetros del pueblo, después de que un voluntario de Cruz Roja divisara algunas prendas.
La batería del móvil de la joven -que la situaba hacia la antigua mina Ponderosa, al norte de El Campillo- apareció en una bolsa junto a las llaves de la casa y del vehículo, un monedero y una cartera. Cabe destacar que la Guardia Civil barajó inicialmente una desaparición accidental, máxime cuando el padre y el novio de la víctima echaron en falta las zapatillas de deporte y unas mallas en su vivienda. «No vimos nada raro», puso de manifiesto el coronel Romero remarcando que Laura, en palabras de su familia, «era miedosa a la hora de salir de su entorno o de adentrarse en lugares poco frecuentados».