[dropcap]L[/dropcap]legados del frío más gélido polaco, de la calidez canaria, de las playas gaditanas o de la vecina Portugal, los moteros acampan en Valladolid al calor del compañerismo y la amistad
J.L./ ICAL. De repente, Valladolid se convierte en la ONU, en un crisol de culturas, diferencias entre personas, motos más grandes, unas que rugen más que otras, más peculiares y más extravagantes…, pero todos unidos en torno a la hoguera que alivia el frío, el olor a leña quemada, rodeados de múltiples banderas que ofrecen pistas de los orígenes de los ‘pingüinos’ que en esta 36 edición de la concentración motera invernal arriban a Valladolid y acampan en la Antigua Hípica Militar. En resumen, al calor del compañerismo y la amistad.
Llegados del frío más gélido polaco, de la calidez canaria, de las playas gaditanas o de la vecina Portugal, miles y miles de aficionados a las dos ruedas y al sonido del motor se dan cita en Pingüinos’. Algunos repiten, otros ya son veteranos.
Casos como el de Paulo, un chileno que reside en Las Rozas (Madrid) y que hace un par de años llegó solo a Valladolid con su moto. «En cuanto me inscribí, me abrazaron y de repente ya tenía amigos. Así de rápido», narra, mientras sus compañeros de viaje motero ríen tras él y se hacen una instantánea de recuerdo junto al cartel que recuerda algunos de los lugares más recónditos que cuenta con ‘amigos’ pingüineros.
Hoy ya no va solo a ninguna concentración. Primero, la bandera de Chile a la espalda, y segundo, sus infatigables compañeros, procedentes de numerosos puntos de España. Además de la concentración vallisoletana, es habitual verlos unidos en Faro (Portugal), en el mes de julio.
Un ‘paseo’ por Europa
Un paseo por entre las tiendas de campaña permite darse cuenta rápidamente del crisol de culturas, más bien el ‘caldo’, pues es la bebida oficial de la concentración, que acoge la Hípica Militar. Debajo de la bandera polaca se aguardan Lukas, Martin y Matik. Algunos llegados de su país, otros de Vic (Barcelona), donde residen. «Aquí nos juntamos y disfrutamos», sentencia el primero de ellos, el que mejor habla el castellano.
Es la primera vez que deciden acudir a Pingüinos. Las bajas temperaturas en la meseta estos días no asustan para nada a un grupo acostumbrado a esta climatología. No obstante, prefieren la «nieve» a este viento». «Una concentración con nieve y frío es genial. Cuando sopla tanto el viento y ya se ve algo de barro es peor», matiza Matiz, quien se esconde tras su perilla pelirroja para pedir por favor que recordemos que otra componente del grupo ha llegado en moto desde Polonia pero que ahora no se encuentra en la tienda.
Este año será especial para estos moteros. Han decidido triplicar su apuesta de concentraciones invernales. Arrancan en Valladolid, pero en dos semanas estarán en ‘Elefantes’ (Elefantentreffen), en la Selva Negra alemana, donde han acudido ya en siete ocasiones, y descenderán de nuevo al sur, a Anzánigo (Huesca), a otro evento en febrero. «Cuando vamos a Alemania vamos recogiendo a amigos en Francia y Suiza. Es lo mejor de las motos, las amistades», se reconforta, mientras prepara la lumbre para cocinar.
Junto a una parrilla de salchichas y costillas, los portugueses del Motoclub de Oeiras (Portugal) ultiman su comida, justo enfrente a Paco, un gaditano de Chiclana que no ha faltado a ninguna cita de Pingüinos desde 2004. En esta ocasión salió el lunes de su residencia andaluza para visitar a una sobrina en los Pirineos y después llegar a Valladolid.
Lo más peculiar de Paco no son los «duros» viajes que realiza anualmente, también a Noruega y otras gélidas tierras nórdicas, sino el vehículo en que lo hace: un trike, considerado por la DGT como turismo, compuesto por eje trasero y un motor de coche. Arrastra una ‘rumi’, una especia de minicaravana en la que Paco hace su vida, con una minimalista cocina y cama. «Conducir este aparato por Europa es una pasada. Y poder venir tantos años a Pingüinos permite reencontrarte con amigos y vivir permanentemente el mundo de la moto y sus valores», finaliza.