[dropcap]C[/dropcap]ontinuamos hoy con el artículo sobre Cambó que iniciamos la semana pasada; a propósito de la publicación y presentación del libro que sobre el prócer catalán, publicó por primera vez en 1997 Ignacio Buqueras y que ahora ha reeditado (Almuzara).
En la primera entrega de este escrito, vimos cómo Cambó pudo haberse hecho con el liderazgo de la política española ya en 1909, tras la Semana Trágica. Y también tuvimos ocasión de apreciar que Alfonso XIII, quien le tomó gran afecto durante los gobiernos de Maura de 1918 y 1922, le ofreció encabezar el gobierno de la Nación en 1922 tras el desastre de Annual en África (1921).
Hoy, jueves 3 de enero de 2019 –ya nos hemos felicitado el año nuevo en el marco de Republica.com—, veremos la actitud de Cambó precisamente durante la Dictadura y nos referiremos al tema más escabroso del caso CHADE-CADE.
CAMBÓ EN LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA
Tras su negativa de 1922 a formar gobierno según indicación del rey Alfonso XIII, Cambó –siempre en su papel de paladín de un capitalismo asustadizo, y en defensa de sus propios e importantes intereses económicos— reflejó en sus escritos la idea de que el objetivo final de los sindicalistas catalanes con gangs de pistolerismo en Barcelona, consistía en “la instauración de un régimen comunista… el fin de la civilización humana”. Dio a entender que preferiría una dictadura.
Y esa solución, no tardó en llegar: el 23 de septiembre de 1923 se produjo el golpe de Estado del General Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña y muy relacionado con toda la burguesía catalana, que anunció la Dictadura desde Barcelona, que habría de durar seis años y cuatro meses, hasta el 28 de enero de 1930. Con general complacencia de la mayor parte de la población española, cansada del desgobierno, de la guerra de África, de los desastres del ejército. Y, además, pendiente la opinión pública del Informe Picasso que estaba a punto de publicarse, reconociendo negativas implicaciones hasta del propio rey en el desastre de Annual, donde habían muerto miles y miles de hombres del ejército español.
Al coro de satisfacción por el golpe de Estado, se unieron los círculos eclesiásticos, señaladamente el Cardenal Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona, quien alabó el “noble esfuerzo del pundonoroso general Primo de Rivera”. En una declaración que, asumida por muchos, significó que la Iglesia en su conjunto vio al dictador como homo missus a Deo, un verdadero heraldo divino.
Luego, la actitud de Cambó frente a Primo de Rivera fue, en general, muy favorable a Don Miguel –como le llamaba la gente—, a pesar de que fue contra la lengua catalana en su uso público, y desmanteló la Mancomunidad de Cataluña, creada en 1914 y cuya primera presidencia asumió Prat de la Riba, fundador de La Lliga.
Por lo demás, ya en 1928, Cambó polemizaría cortésmente con el Dictador, a través de la prensa, sobre fluctuaciones de la peseta, cuando se sometió a dictamen (el célebre de Flores de Lemus), si debía adoptarse o no el patrón oro. De lo que al final, sabiamente, se desistió.
EL CASO CHADE-CADE
En el libro de Ignacio Buqueras, en la última parte, hay un extenso e interesante relato sobre Cambó en 1936-1947, con sus idas y venidas por Europa, EE.UU., Argentina y Chile, y de su larga estancia de cinco años en Buenos Aires. Pero se echan de menos dos aspectos de la vida de Cambó: sobre él y su familia, y sobre sus negocios.
En el primer tema, no vamos a entrar aquí, y en cuanto al segundo, es de interés el libro de Borja de Riquer Cambó en Argentina. Negocios y corrupción política (Edhasa, Barcelona, 1996), que pone de relieve cómo Cambó triunfó en los negocios, haciendo una gran fortuna, y sobre todo con CHADE, que presidió mucho tiempo. Por entonces era la mayor empresa de Iberoamérica, la más importante de Argentina y la mayor aventura exterior de intereses españoles en la economía mundial en la primera mitad del siglo XX. Y CHADE fue el origen de la mayor parte de la fortuna de Cambó, en el escandaloso contexto de monopolio y corrupción.
Recordaremos aquí que esa principal aventura económica de Cambó, en su origen se remontaba al Tratado de Versalles, tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que llevó a Alemania a una seria crisis económica y política. Dentro de la cual CATE (Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad), que tenía grandes activos en Sudamérica, fue vendida al trust europeo Sofina, en 1920, que creó la corporación CHADE (Compañía Hispano Americana de Electricidad), con capital español; representado por quien sería primero vicepresidente y luego presidente de la empresa, Francisco Cambó. Sofina era también propietaria de la Compañía de Tranvías Anglo Argentina, que monopolizaba el extenso servicio de tranvías y trenes subterráneos de la capital del Río de la Plata.
Por razones políticas –Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, reina de España, era una Battenberg, de la estirpe de la Reina Victoria y los británicos eran entonces “los amos de Argentina”—, CHADE tuvo su sede en Madrid y Barcelona poniéndose al frente de ella a Cambó.?
El nombre de esa empresa se hizo célebre por el escándalo que salió a la luz por su política sistemática de corrupción de funcionarios, tanto en Argentina, como en Chile y Uruguay, llegando a sobornarse al presidente Alvear (1922-1928) primero, y al conservador Justo (1932-1938). Y para toda una serie de prácticas monopolísticas, CHADE llegó a un acuerdo con la estadounidense ANSEC, para repartirse el mercado argentino de electricidad; y con la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE), para controlar el mercado eléctrico de la Ciudad de Buenos Aires y su entorno.
Jordi Solé Tura, citando a Borja de Riquer, escribió un artículo en el diario El País (16 de mayo de 1997), a propósito de los negocios de Cambó, y subrayó que el venerado y odiado político catalán siempre que veía complicaciones políticas excesivas, ponía por delante sus propios intereses económicos personales. Más aún: “sus renuncias y tomas de posición en momentos decisivos, tuvieron efectos devastadores”.
Y Solé no se refirió sólo al caso CHADE, sino también al hecho de que cuando estalló la guerra civil, Cambó se puso al lado de Franco, porque “para él lo esencial no era la autonomía de Cataluña, sino derrotar a la izquierda”. Y por eso financió el apoyo cultural a Franco, convirtiendo lo que quedaba de La Lliga en un instrumento contra la República, y recomendando siempre apoyar al Ejército Español de Franco.
Dejamos aquí otra vez la narrativa sobre Cambó, hasta la tercera y última entrega, para recorrer sus últimos, y también interesantes, años de vida: desde la caída de la Dictadura de Primo de Rivera (1930) hasta la muerte del político catalán, bien biografiado por Ignacio Buqueras.
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